La historia del grupo folclórico del INTA

Testimonio de Juan Carlos Balmaceda, Personal Jubilado por Incentivo al Retiro 

Me contrataron aquí en la Universidad de Chile el 1 de mayo de 1970 y desde entonces he pasado toda mi vida en el INTA. Llegué joven y ahora, con 70 años, miro hacia atrás y veo cómo el INTA ha sido una parte fundamental de mi vida. Aquí conocí a la que hoy es mi señora, Margarita, y juntos hemos formado una familia. Nuestros hijos, Sebastián de 43 años y Fabián de 37, han crecido con el INTA como parte de su vida, ya que la gente de aquí los conoce desde pequeños. Es imposible separar mi vida personal de mi vida profesional; el INTA ha sido mi hogar en muchos sentidos.

Cuando empecé me asignaron al laboratorio de hematología. Yo trabajaba como ayudante técnico y, con el tiempo, fui adquiriendo experiencia y conociendo a muchas personas que han dejado una marca en mi vida. Con el paso de los años he visto cómo la mayoría de la gente que conocí se ha ido, algunos se han jubilado, otros han fallecido, y solo quedamos unos pocos de aquella época.

Uno de los recuerdos más significativos y gratificantes de mi tiempo en el INTA fue la experiencia de formar parte de un grupo de música. Todo comenzó cuando un profesor, que tenía una gran afinidad con la música, decidió formar un grupo con aquellos que estuvieran interesados. Aquel grupo se convirtió en una parte muy importante de mi vida durante más de una década. Éramos unas 10 o 12 personas que tocaban guitarra, cantaban y disfrutaban de la música juntos. Yo tocaba la guitarra, y aunque todavía toco de vez en cuando, aquellos años fueron especialmente significativos porque compartíamos una pasión común que nos unía más allá del trabajo.

El grupo duró mucho tiempo, entre 10 a 15 años. No solo ensayábamos y tocábamos en el INTA, sino que también actuábamos en eventos importantes. Recuerdo particularmente que el Dr. Monckeberg, el director en ese entonces, nos llevaba a tocar en los congresos que organizaba. Una vez, incluso fuimos a Viña del Mar para actuar en uno de sus congresos. Nos conocían como "el grupo folclórico del INTA", nunca llegamos a ponerle un nombre oficial. Siempre nos presentábamos simplemente como parte del instituto y eso era suficiente para nosotros.

Sin embargo, como suele suceder, con el tiempo las cosas cambiaron. La persona que había iniciado el grupo se cambió de sede y poco a poco el grupo empezó a disolverse. La gente se fue alejando, y finalmente, dejó de existir. Fue triste ver cómo algo que había sido tan importante para nosotros se desvanecía, pero al mismo tiempo, guardo esos recuerdos con mucho cariño. Fueron años en los que no solo disfrutamos de la música, sino que también fortalecimos nuestros lazos como compañeros y amigos.

A lo largo de mis 50 años en el INTA he visto cómo la institución ha crecido y cambiado. He conocido a todos los directores y, aunque todos han sido buenos en su labor, tengo que admitir que con el director actual he tenido la mejor relación, especialmente porque él ha fomentado una comunicación más abierta y directa con todos, incluyendo a los no académicos, como yo. Eso ha hecho que me sienta más valorado y conectado con el INTA en los últimos años.

El INTA no solo ha sido mi lugar de trabajo, sino también el lugar donde construí mi vida. Aquí conocí a mi señora, Margarita, quien trabajaba en el casino del INTA cuando nos conocimos. Aunque ella ya no trabaja aquí, sigue siendo parte de esta comunidad, ya que muchos la recuerdan con cariño. Incluso mis hijos, que solían venir a jugar fútbol en el INTA, han sido parte de este lugar, lo que hace que nuestro vínculo con el INTA sea aún más fuerte.

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que el INTA ha sido mucho más que un lugar de trabajo. Ha sido el escenario donde he vivido mis mejores años, donde he conocido a personas maravillosas, y donde he podido ser parte de proyectos que han dejado una huella en mi vida. El grupo musical del INTA es solo uno de los muchos recuerdos que guardo con afecto, pero representa algo muy especial para mí: la oportunidad de compartir, de crear y de ser parte de algo más grande que uno mismo.

Aunque el grupo de música ya no existe, los lazos que formamos, las experiencias que compartimos y la música que tocamos juntos perduran en mi memoria. Fueron años felices, llenos de aprendizaje y camaradería, y aunque esos tiempos han pasado, el INTA sigue siendo el lugar donde mi vida ha tenido sentido, un lugar al que siempre estaré agradecido.

 

 

 

Compartir:
https://uchile.cl/nu219855
Copiar