Historias del INTA: Mauricio Valdés
Desde los siete años que estoy aquí en el INTA, desde el año 82. Venía a estar con mi papá que trabajaba aquí, Eulogio Valdés. Él era auxiliar, jardinero. Hacía de todo aquí, igual que yo hoy. Yo era un poco bruto, así que Jorge Figueroa, el jefe de Personal, y el subdirector, el profe Marco Perretta, me mandaron a estudiar primero al Colegio Suizo, después al Liceo José Toribio Medina.
Como tenía buenas notas me apoyaban con 9 lucas mensuales. El sueldo mínimo de la época eran 20 mil pesos. En la Enseñanza Media estaba media jornada en el INTA, llegaba aquí a almorzar y me pasaba la tarde. Me quedaba en la biblioteca, ahí aprendí un poco de inglés con el American Journal (American Journal of Science), el New England (The New England Journal of Medicine) y otras revistas.
Yo he sido como criado acá en el INTA, como que me “civilizaron” porque hasta los 16 yo era un poco… bruto… Un día el doctor (Fernando) Monckeberg me dijo “hijo, se me quedó la llave en la casa, ¿cómo puedo entrar a la oficina?”. Y yo le dije “por favor, yo le abro la puerta”, y le pegué una patada... Y me dice “hijo, ¿pero cómo puede ser eso?”. Ahí me cambiaron de liceo para que me civilizara mejor. También el profe un día me pidió que le tirara para abajo una máquina de escribir. Dejé pasar una semana y le pregunté si estaba seguro. Dijo que sí, así que abrí la ventana y la tiré. Las piezas saltaron para todos lados. Es que nunca me dijo llévela, dijo “tírela para abajo”. Me acuerdo que eran buenos tiempos, con el profe Perretta y el doctor Monckeberg hacíamos tallarinatas allá atrás, íbamos todos.
Cuando fue el terremoto del 2010, que fue como a las tres y media, llegué aquí como diez para las cuatro de la mañana. Fue una buena impresión, porque se cayó el techo, que era de teja, y parecía que se había caído todo el edificio. Después llegó el Héctor (Pedreros). Era de noche todavía y entre los dos paramos con unos palos unos cables que estaban colgando en el laboratorio de Microbiología, algunos equipos que estaban botados. Recogimos los vidrios del pasillo para que el día lunes no fuera tan chocante para la gente que volvía de vacaciones.
Como a las 6 de la mañana subimos al tercer piso con el Héctor a cortar el gas, el agua, porque arriba había una filtración de agua, porque en el techo había un estanque como de 15 mil litros. Y vino una réplica y nos abrazamos tanto a un palo de roble que había en el tercer piso que jajajaja dijimos que cuando nos fuéramos del INTA o cuando nos jubiláramos lo íbamos a llevar de recuerdo.
Después me llamaron la atención porque hice tira la puerta de Informaciones y rompí el casillero de las llaves para poder entrar; también hice tira la puerta para sacar la camioneta, para sacar los escombros que estaban en la salida del hall al patio. Sacamos como 30 viajes de basura. Trabajamos el día sábado hasta la una de la mañana y el domingo hasta las 12.
Estoy muy agradecido de la institución, de los académicos que me han ayudado harto. Tengo mi casa, que no es una gran casa, pero es mía. Tengo un vehículo, también. Soy bien comprometido con el INTA. Si me llaman a las 2 de la mañana, yo vengo. Aquí trabajé con mi papá casi toda mi vida, hasta cuando falleció. Lo poco que tengo se lo agradezco al INTA y también a mi esfuerzo.