Alimentos funcionales: la comida que puede mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades

Alimentos funcionales: la comida que puede mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades

En su estado natural o fortificados, este tipo de alimentos se caracteriza porque, además de sus efectos nutricionales fundamentales, contribuyen a la salud de las personas y a reducir el riesgo de enfermedades. Los berries, los yogurt con propiedades, el omega 3 del pescado y los frutos secos son solo algunos de estos alimentos que hoy, a pesar de sus beneficios, se encuentran a la espera de una modificación del Reglamento Sanitario de Alimentos para su identificación comercial, y con ello, incentivar y promover que el consumidor pueda seleccionar alimentos más saludables.

Más allá de satisfacer la necesidad básica de la alimentación y de la absorción de nutrientes fundamentales, los alimentos funcionales (AF) son aquellos que aportan, ya sea en su condición natural como en una presentación fortificada o enriquecida, otros beneficios a la salud y con ello, pueden contribuir a la prevención de enfermedades. “Los alimentos funcionales pueden ser de diferentes tipos”, explica la académica del INTA, Gloria Vera. “Un alimento natural puede tener esas cualidades. Por ejemplo, los berries, que naturalmente tienen antioxidantes en una cantidad suficiente para producir un efecto esperado; mientras que una bebida láctea que naturalmente es saludable, se le agrega THA para tener un efecto funcional”. La historia de la definición de este tipo de alimentos comenzó en Japón, con la sigla FOSHU (Foods for Specific Health Uses), tendencia que ha ido ganando relevancia en otras regiones del mundo, sin exceptuar la nuestra. En una sociedad donde las expectativas demográficas de la población ha ido en aumento, y donde la preocupación por la calidad de vida se ha abierto paso en la sociedad, la alimentación es uno de los puntos fundamentales. Como destacó Lilian Abugoch, académica del Departamento de Ciencia de los Alimentos y Tecnología Química de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas, “en la actualidad en Chile el consumidor está más informado que antes. Por ejemplo, en el caso de los cereales para el desayuno que antes que tenían mucha azúcar, el cambio y la alerta nació de los padres. En definitiva, hay un consumidor más atento y eso tiene que ver con el desarrollo de un país”. Es así como, según recoge Gloria Vera de una encuesta de la empresa de información y medios Nielsen (2016), en nuestro país “un 59 por ciento de la población afirma seguir una dieta especial que limita o restringe ciertos alimentos en búsqueda de una alimentación más saludable. Por su parte, una alta proporción de los consumidores chilenos declaran que buscan alimentos bajos o libres de azúcares (70 por ciento), bajos en sodio (68 por ciento), bajos o libres de grasas (67 por ciento), naturales (64 por ciento), sin colorantes artificiales (62 por ciento) y alimentos especiales (31 por ciento), por lo cual los AF quedan incorporados en una o más de estas categorías”.  

Un reconocimiento para la promoción de su consumo

Si bien hoy en Chile no hay una definición de alimentos funcionales en el Reglamento Sanitario de los Alimentos, la Resolución 860 del Ministerio de Salud del año 2017, que regula los requisitos para la inclusión de mensajes saludables y funcionales en la rotulación y publicidad de los alimentos, estableció que los alimentos podrían incluir los mensajes saludables indicados en dicha Resolución, donde sólo unos pocos permiten destacar propiedades funcionales. A esto se suma, como explica la académica del INTA, “la elaboración de un sistema de gestión de estándares en AF, y el desarrollo de una plataforma normativa para el reconocimiento de la categoría de AF en el Reglamento Sanitario de Alimentos, en el que participan universidades, entidades gubernamentales, representantes de la industria de alimentos y otros sectores productivos”, texto que modifica el Reglamento que aún no ha sido publicado ni entrado en vigencia. Con este sistema, la comunidad podrá conocer de manera más transparente cuáles son realmente los AF, dado que hoy, lo que ocurre “es que hay demasiada información de alimentos que se dicen funcionales y que realmente no lo son, y otros que lo son y que no lo dicen”. Es por ello que, como destacó el también académico del Departamento de Ciencia de los Alimentos y Tecnología Química, Cristian Tapia, “lo que busca la autoridad de salud es que ciertos alimentos no sean promesas comerciales, sino que realmente funcionen. Para ello lo que se está haciendo es exigir pruebas de sus propiedades”.  

Cambios en la industria

Al igual como sucedió con los cereales y sus niveles de azúcar, para la profesora Abugoch es fundamental que la industria realice cambios en el procesamiento de alimentos. “Estoy apuntando a las prácticas industriales, para que, por ejemplo, en vez de freír los alimentos, puedan usar otro tipo de procedimientos”. En definitiva, es “fundamental que la población regule el sistema de producción de alimentos”, como destacó la académica de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas. A esto se suma, como destacó la profesora Vera, que un cambio en el Reglamento Sanitario de Alimentos, y la correcta difusión de los alimentos funcionales en el mercado, “es concordante con la ley de etiquetados”, ya que los alimentos que tienen sello alto en azúcares, grasas saturadas, sodio o en energía no pueden colocar ningún mensaje para destacar propiedades saludables o funcionales.  
Texto: Francisca Palma

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