Con un largo aplauso la comunidad del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile celebró la entrega de la Distinción Académica de Profesora Emérita a la Dra. Cecilia Albala Brevis, de manos de la Rectora Rosa Devés Alessandri, el miércoles 5 de noviembre.
Médica cirujana, salubrista e integrante de la Unidad de Nutrición Pública y del Núcleo de Envejecimiento, Vejez y Calidad de Vida del INTA, la Dra. Albala ha dedicado más de cuatro décadas a la investigación y formación en salud pública, envejecimiento y calidad de vida. Ha impulsado políticas y programas de alto impacto, como el Examen de Medicina Preventiva del Adulto Mayor (EMPAM), y ha formado más de veinte generaciones de profesionales, consolidando la visión integral del envejecimiento y posicionando a Chile como referente regional en salud pública geriátrica.
La solemne ceremonia, realizada en el Teatro del INTA, fue encabezada por la Rectora Rosa Devés Alessandri, junto a la Prorrectora Alejandra Mizala, el Vicerrector de Investigación y Desarrollo, Prof. Christian González; la Vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Prof. Pilar Barba; la Vicerrectora de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, Prof. Josiane Bonnefoy; la Decana de Odontología, Prof. Irene Morales; y el Decano de la Facultad de Artes, Prof. Fernando Carrasco.
También asistieron otras autoridades universitarias, la directora nacional del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), Claudia Asmad Palomo, junto a exalumnos, estudiantes y miembros de la comunidad del INTA.
La calidad de Profesor o Profesora Emérita es uno de los reconocimientos más importantes que otorga la Universidad de Chile a sus académicos y académicas. Se concede por decisión del Rector o Rectora con acuerdo del Consejo Universitario, a quienes hayan cesado en sus funciones y sean dignos y dignas de este honor por sus méritos y contribución al saber superior.
La Rectora destacó que "la profesora Cecilia Albala es una académica visionaria que ha inspirado a generaciones a seguir el camino de la ciencia puesta al servicio del país. Su obra no solo ha ampliado el conocimiento, sino que también ha contribuido a orientar políticas públicas fundamentales para el bienestar social, especialmente en un país donde las desigualdades en salud siguen siendo un desafío mayor. La Universidad reconoce con esta distinción su excelencia académica, su compromiso con el servicio público y su capacidad para abrir caminos y transformar realidades”.
El director del INTA, Francisco Pérez Bravo, recordó que “fue un honor haberla presentado para Profesora Emérita de la Universidad de Chile en el Consejo Universitario, allí pude escuchar de todas las Facultades e Institutos grandes elogios y el conocimiento profundo y la gratitud que tienen de ella y que han conformado su brillante carrera”.
El encargado de presentar a la Dra. Albala fue el Dr. Fernando Vio del Río, académico y exdirector del INTA, quien destacó su trabajo visionario en obesidad y en envejecimiento, donde ha incidido en políticas públicas, además de anécdotas de su larga amistad. “Realizó investigaciones en obesidad, que fueron pioneras en Chile y Latinoamérica, dando a conocer un tema hasta entonces casi desconocido y que actualmente es el principal problema de salud pública a nivel mundial por su magnitud, ya que afecta a prácticamente todos los países del mundo; por su aumento creciente en pocos años, y por sus consecuencias en la salud y calidad de vida de la población. Desde el año 2000 en adelante cambió su línea de investigación hacia el envejecimiento, tema que recién aparecía, sin imaginarnos la magnitud ni importancia que tendría en los años siguientes (se estima que para el año 2050 van a existir más de 2000 millones de personas mayores de 60 años en el mundo), pero sin abandonar del todo el problema de la obesidad y sus consecuencias en enfermedades crónicas no transmisibles”, detalló.
En sus palabras de agradecimiento, la Dra. Albala resaltó el orgullo de pertenecer y haber desarrollado su carrera en la Universidad de Chile. “Esta casa, además de brindarte la posibilidad de enseñar, investigar y conectarse con el medio, otorga a sus miembros un sello, una identidad y un compromiso que pocos planteles de educación superior pueden ofrecer”, explicó.
“Quiero decir que he sido feliz en el INTA, en nuestra Universidad. Poder estar una vida completa en un lugar donde a uno le gusta trabajar, con personas excelentes todas, en un ambiente grato que favorece el estudio, la investigación, la docencia y el trabajo en políticas públicas para la comunidad y la población en general, con entera libertad, es algo único que me hizo feliz y me ha permitido llegar a esta oportunidad, en la que puedo agradecer todo lo recibido”, agregó.
A continuación, compartimos el discurso íntegro de la Profesora Emérita Dra. Cecilia Albala:
“Todos podemos ser los escultores de nuestro propio cerebro, si nos lo proponemos” decía don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina 1906. Así como podemos esculpir nuestro propio cerebro, también se puede esculpir la propia vida, pero no todo depende de la segunda parte de la frase de Ramón y Cajal “si nos lo proponemos”. Existen circunstancias especiales que nos obligan a caminar por rumbos diferentes a los que nos proponemos, y fue lo que nos pasó a muchos de la generación de médicos que nos recibimos a fines de la década del 60 o comienzos del 70.
Así fue como, habiendo optado por una vida académica al recibirme en la Universidad de Chile, esta quedó truncada por el golpe militar y tuve que dejar la Universidad por varios años.
Afortunadamente, y gracias a la visión, humanismo y grandeza del Dr. Fernando Mönckeberg, a quien nunca dejaremos de agradecer, y a la invitación de nuestro querido amigo Francisco Mardones, en 1979 pudimos retornar a la Universidad de Chile para trabajar en el INTA, en lo que siempre habíamos querido, que era la Salud Pública, en este caso relacionada con la nutrición y enfermedades crónicas no transmisibles, en un instituto de nutrición cuyo foco era la desnutrición infantil. Pero al mismo tiempo que disminuía la desnutrición en el país, gracias a las políticas públicas encabezadas por el Dr. Mönckeberg, aparecía el otro gran flagelo que nos afecta hasta el día de hoy, que es la obesidad. En un estudio en centros de niños desnutridos en la comuna de La Florida, en plena crisis económica de los 80, nos encontramos con las madres de estos niños desnutridos que eran obesas, con diabetes y otras enfermedades crónicas. De ahí nació la línea de trabajo en obesidad, que el INTA implementó con gran éxito desde los 90, teniendo que convencer primero a las autoridades de que, al erradicarse la desnutrición, no habían terminado todos los problemas nutricionales, como ellos planteaban.
Este convencimiento se logró después de haber participado en el primer estudio del BM de Carga de Enfermedad en Chile del año 1995, que demostró el predominio de las enfermedades crónicas, incluida la obesidad, por sobre las infecciosas y la desnutrición, que prácticamente habían desaparecido como problemas de salud pública. Así empezamos un interesante trabajo de investigación en transición epidemiológica para demostrar los cambios que Chile había tenido en los últimos años, al pasar de una situación de predominio de enfermedades materno-infantiles e infecciosas, con desnutrición, a una etapa de post transición con predominio de enfermedades crónicas no transmisibles, accidentes y problemas de salud mental, con un aumento explosivo de la obesidad.
A principios del 90 y como una manera de trabajar en epidemiología, que es una disciplina que me apasiona, comencé a trabajar en forma paralela en el proyecto multinacional sobre demencias asociadas a edad patrocinado por el NIH y liderado en Chile por un grupo de investigadores de la U de Concepción que necesitaba un epidemiólogo. Allí me topé con el tema del envejecimiento, en el cual muy pocos se interesaban en esa época. Sin embargo, a fines de la década de los 90, producto de los cambios demográficos, el tema del envejecimiento comienza a ser cada vez más visible, lo que significó que la OPS nos encargara liderar en Chile el estudio multinacional Salud, Bienestar y Envejecimiento, tema de alta relevancia por los cambios que significa en políticas y programas de salud pública. En ese contexto, ante la imperiosa necesidad de formar profesionales en el tema, junto al Dr. Daniel Bunout creamos el primer Magíster en Envejecimiento en Chile, que partió en 2007 y en estos 18 años de vida ha formado varias generaciones de estudiantes que nos llenan de orgullo con sus logros. El envejecimiento es un tema al cual he dedicado los últimos 25 años de mi vida académica y que me ha dado grandes satisfacciones y reconocimientos.
Todo esto ha sido posible gracias al INTA y la Universidad de Chile, en la cual mi vida académica ha transcurrido íntegramente. Y eso hace una gran diferencia, porque esta casa, además de brindarte la posibilidad de enseñar, investigar y conectarse con el medio, otorga a sus miembros un sello, una identidad y un compromiso que pocos planteles de educación superior pueden ofrecer.
El quehacer de la Salud Pública nos mantiene en permanente contacto con aquellas condicionantes socioeconómicos y políticos que afectan la salud de nuestra población. Ese diálogo se vuelve fructífero cuando se lleva a cabo en un escenario institucional que no pone trabas a la discusión franca, la crítica y también la disidencia. En una Universidad desconectada de su pueblo y sus demandas, es posible que hubiéramos podido alcanzar similares logros en lo estrictamente académico, pero con un sentido limitado, y esta ceremonia tendría el mero carácter de despedida. Pero, lo que quiero en este momento es que, en vez de una despedida, esta ceremonia sea un himno al agradecimiento que yo siento hacia la Universidad de Chile, que es mi Universidad.
En primer lugar, por haberme formado como médico, profesional de la salud pública, académica e investigadora de alto nivel. Esto fue posible incluso en época de dictadura, gracias a la apertura de sus académicos, como fue el caso concreto del Dr. Mönckeberg, Ricardo Uauy, Dr. Sergio Valiente, Dr. Jorge Litvak y muchos otros, que me dieron amplia libertad para desarrollarme en los temas de mi interés. Esto solo es posible gracias a la libertad académica de la Universidad de Chile, que es la base de la excelencia académica de nuestra Universidad.
Para poder desarrollar las líneas de obesidad y envejecimiento, se requiere de transversalidad, porque ambos son problemas complejos que dependen de muchos factores, y nuestra Universidad permite eso, relacionarse con diferentes sectores académicos y de pensamiento, dentro y fuera de la Universidad, y con las autoridades del país, creando grupos de trabajo que son fundamentales para conseguir resultados, tanto en investigación como en políticas públicas. Sin un enfoque transversal, intersectorial y colaborativo, es imposible avanzar en estos temas.
Tengo que agradecer también la confianza de las autoridades especialmente a nuestros Rectores Víctor Pérez, Ennio Vivaldi, gran colega y amigo, y actualmente la Rectora Rosa Devés, con los cuales me ha tocado trabajar y por cada uno de los cuales siento una gran admiración, gratitud y amistad. Todos han sido brillantes Rectores y han sabido llevar y mantener principios tan fundamentales como son la democracia interna, participación, diversidad, igualdad de género, libertad académica, excelencia académica y compromiso con el país, que son fundamentales por ser la primera Universidad de Chile y una de las mejores del continente.
He podido conocer a fondo la Universidad a través del Senado Universitario y diferentes roles académicos y administrativos en muchas comisiones, y puedo dar fe de la grandeza de esta Universidad, a la cual muchas veces no reconocemos con suficiente fuerza sus valores.
Para terminar, quiero decir que he sido feliz en el INTA, en nuestra Universidad.
Poder estar una vida completa en un lugar donde a uno le gusta trabajar, con personas excelente todas, en un ambiente grato que favorece el estudio, la investigación, la docencia y el trabajo en políticas públicas para la comunidad y la población en general, con entera libertad, es algo único que me hizo feliz y me ha permitido llegar a esta oportunidad, en la que puedo agradecer todo lo recibido.
No puedo dejar de reconocer aquí el apoyo permanente e irrestricto a mi vida académica, de toda mi familia y especialmente de Álvaro, mi compañero durante 57 años quien, si estuviera aquí, sería el más feliz en este día
Muchas gracias de corazón y parafraseando a Violeta Parra:
¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!

