La Organización Mundial de la Salud (OMS) define Salud como "un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades" (1). Dicha definición fue adoptada en la Constitución de la OMS en 1946 y entró en vigor en 1948, y si bien ha sufrido numerosas críticas, es aún la más conocida y aceptada globalmente. Esta definición se ha mantenido en el tiempo, agregándose algunos conceptos de igualdad en el acceso a la salud, la prioridad de la atención primaria de salud con la conferencia de Alma Ata en 1978, y la necesidad de promover y prevenir la salud de Ottawa 1986, que planteó una nueva visión de la salud pública en el mundo
Por otra parte, la Real Academia Española define el concepto de Salud como "estado en el que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones" y "conjunto de condiciones físicas en las que se encuentra un organismo en un momento determinado", según la primera y segunda acepción (2).
Esta definición y declaraciones de la OMS son un ideal al cual ha sido difícil de llegar. Si bien existen avances evidentes en salud, producidos en el siglo pasado con el conocimiento del origen infeccioso de algunas enfermedades; el uso de antibióticos y vacunas que lograron controlar y erradicar las enfermedades infecciosas, y disminuir la mortalidad infantil, materna y desnutrición en el mundo, con aumento de la expectativa de vida, aparecieron otros desafíos que no se han podido superar a pesar de los descubrimientos científicos y tecnológicos.
Estos desafíos tienen que ver con el aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), neurológicas y degenerativas, producto del envejecimiento de la población; de los problemas nutricionales del exceso, como son el sobrepeso y obesidad, que se ha triplicado en adultos y quintuplicado en niños desde 1970 en adelante (3); la aparición de nuevos virus, como fue el caso del VIH/SIDA y luego del Covid-19 que produjo la peor pandemia desde la de influenza de 1918 y que paralizó al mundo por dos años. A esto hay que agregar los problemas de desigualdad en los accesos a la salud producidos por la pobreza y subdesarrollo, junto a desplazados por guerras o catástrofes naturales, y al incremento de la migración a nivel mundial.
Por lo tanto, la salud actual en el mundo dista mucho de alcanzar los objetivos utópicos de la definición de la OMS.
En Chile, los cambios en salud han sido impresionantes en los últimos 60 años, como quedó plasmado en un seminario publicado por la Academia Chilena de Medicina (4), que describe los cambios epidemiológicos y nutricionales, científicos y tecnológicos; avances como la medicina basada en la evidencia; la irrupción de la bioética y la medicina traslacional; la inteligencia artificial y los cambios en educación médica y aseguramiento de la calidad.
De tener una altísima mortalidad materna, infantil, desnutrición y pobreza hasta la década de 1970, nuestro país a finales de los 80 ya había superado estos problemas y enfrentaba otros: las ECNT, la obesidad, el envejecimiento, las enfermedades congénitas en los niños, los problemas de salud mental. Este cambio tan rápido impidió una adecuación de las políticas materno-infantiles e infecciosas a los nuevos problemas de salud. A esto se agregó, en 1980, la fragmentación del sistema de salud en dos: uno público (Fonasa) y otro privado (Isapres), así como la separación de la atención primaria de salud –ahora dependiente de los municipios- de la atención hospitalaria organizada por el Ministerio de Salud. Con esto se perdió el enfoque de la salud comunitaria que tenía un fuerte contenido en promoción y prevención, y se fue imponiendo un enfoque individual y curativo, que se reafirmó con la política del Acceso Universal Garantizado de Enfermedades o Plan AUGE, que se focaliza en tratar un número determinado de enfermedades desde lo curativo.
Sin embargo, los cambios epidemiológicos continuaron. A fines de la década del 2010, Chile había cambiado a lo que se denomina la “cuarta fase de la transición epidemiológica” por el envejecimiento acelerado de la población, pasando a ser el cáncer la primera causa de muerte en el país, con un claro aumento de la mortalidad por diabetes y enfermedades neurológicas.
Posteriormente vino la pandemia de coronavirus, con disminución de los nacimientos, envejecimiento de la población y se agravaron las ECNT por falta de control y tratamiento durante el período de confinamiento; aumentaron los problemas de salud mental y la obesidad por, falta de actividad física y mala alimentación. El Covid-19 no desapareció, y aparecieron nuevos virus, lo que lleva a una situación epidemiológica inédita, donde conviven las ECNT y degenerativas -con cáncer como primera causa de muerte- con enfermedades virales que hay que seguir enfrentando Para complejizar aún más la situación, en Chile viven hoy más de 1.700.000 inmigrantes, en general población joven con muchos hijos, y algunos con enfermedades infecciosas que se habían erradicado en el país.
Para enfrentar lo anterior, que está lejos de la definición de salud de la OMS, se requiere un sistema de salud sólido, con fuertes programas de promoción y prevención de salud, que base su atención en los principales problemas de salud de la población, con colaboración público-privada y gestión impecable que aproveche al máximo los escasos recursos existentes.
Referencias
- Organización Mundial de la Salud. (Octubre 2006). Constitución de la Organización Mundial de la Salud. 45. Ginebra http://www.who.int/governance/eb/who_constitution_sp.pdf.
- Real Academia Española. (2016). Real Academia Española. http://www.rae.es/.
- Vio F. Obesidad Infantil. Una pandemia invisible. Llamado urgente a la acción. Editorial Permanyer, Primera Edición, ISBN 978-84-19418-77-7. Barcelona, España 2023.
- Armas-Merino R, Bastías E, Behrens MI, Dagnino J, Henríquez G, López-Campillay M, López G, Novoa F, Quezada A, Roessler E, Vio F. Luces y sombras: Sesenta años de cambios en medicina y salud. Academia Chilena de Medicina 2023. ISBN 978-956-8008-04-8. Gráfica LOM. Santiago de Chile, 2023.