Decreto 44 y salud en el trabajo: programas de alimentación saludable como herramienta para prevenir inhabilitaciones laborales

Decreto 44 y salud laboral: alimentación que previene inhabilitaciones

El nuevo Decreto Supremo N° 44, que regula la organización y estructura de la Seguridad y Salud en el Trabajo, establece un marco actualizado para fortalecer la prevención de riesgos laborales y un entorno saludable. Aunque no menciona explícitamente la alimentación como un factor de riesgo, la evidencia actual muestra que su impacto en la salud funcional y en la continuidad laboral de los trabajadores es significativo, particularmente en sectores como la minería, donde las exigencias fisiológicas son extremas.

“En Chile, más del 75% de la población adulta vive con sobrepeso u obesidad, lo que incrementa de forma significativa el riesgo de enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y las dislipidemias”, explica Consuelo Burgos, nutricionista del Programa de Salud y Bienestar Laboral, dependiente de la Dirección de Asistencia Técnica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile. Estas condiciones, cuando no están bien controladas, pueden dejar a un trabajador inhabilitado para desempeñar funciones críticas, especialmente en faenas situadas a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, donde se exige un esfuerzo cardiovascular y metabólico considerable.

Desde esta perspectiva, promover la alimentación saludable en los entornos laborales se vuelve una estrategia concreta de prevención. Según Burgos, esto permite prevenir y controlar enfermedades crónicas, mejorar la aptitud física frente a condiciones extremas, reducir el ausentismo, evitar la reubicación de trabajadores, mitigar síntomas como la fatiga y, finalmente, fortalecer la seguridad y eficiencia operativa de los equipos.

Una intervención concreta desarrollada por el Programa de Salud y Bienestar Laboral del INTA en una faena minera del norte del país da cuenta de estos beneficios. Durante 15 meses, 94 trabajadores con riesgo cardiovascular participaron en actividades individuales y grupales centradas en el diagnóstico nutricional, la educación alimentaria y el refuerzo de hábitos saludables en los propios puestos de trabajo. Se educó en cambios alimentarios, como el aumento en el consumo de frutas, verduras y lácteos descremados y la reducción de frituras, cecinas y bebidas azucaradas,

Consuelo Burgos detalla los resultados clínicos:

  • 64% aumentó su colesterol HDL, que es un protector cardiovascular. 32% lo normalizó.
  • El 58% de los participantes mejoró sus niveles de colesterol LDL, con 30% en rango normal.
  • 79% redujo triglicéridos, 30% alcanzó valores normales.
  • 50% de quienes presentaban hipertensión lograron normalizarla.

"Los cambios alimentarios no solo mejoraron parámetros clínicos, sino que permitieron la reincorporación laboral de 84% de los trabajadores que inicialmente no estaban aptos para el trabajo en altura”, detalló Consuelo.

La especialista agrega que desde el punto de vista organizacional la intervención permitió disminuir el número de trabajadores reubicados en funciones ajenas a su contrato, redujo costos asociados a reemplazos y capacitaciones y favoreció la continuidad productiva.

La experiencia muestra que integrar acciones de promoción de salud dentro de los marcos normativos, como el Decreto 44, abre nuevas posibilidades para una prevención real y efectiva. En industrias de alto riesgo, donde la compatibilidad entre la salud del trabajador y las exigencias de la tarea es primordial, el diseño de entornos laborales más saludables se vuelve parte fundamental de una estrategia de sostenibilidad.

“El trabajo en altura impone desafíos que no se pueden enfrentar sin una preparación adecuada. En ese contexto, la alimentación deja de ser solo una recomendación general y se convierte en una herramienta concreta de gestión del riesgo laboral”, concluye Consuelo Burgos.

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