Historia
Desde su fundación, el INTA ha hecho una contribución activa a enfrentar algunos de los desafíos más relevantes de la sociedad chilena. Su aporte al bienestar y salud de la población junto con la generación de conocimiento de vanguardia, a través de la investigación científica, lo sitúan como referente tanto a nivel nacional como latinoamericano.
El germen fue el Laboratorio de Investigaciones Pediátricas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, creado en 1954 por un equipo muldisciplinario de profesionales de la salud liderado por el Dr. Fernando Mönckeberg Barros.
“Cada día fallecían diez o más niños desnutridos, por diarreas o bronconeumonías, y los esfuerzos por salvarlos y recuperarlos parecían inútiles. ¡Había que investigar! Comenzamos a formar investigadores capaces de abordar el problema. Ellos creyeron y se especializaron en centros de excelencia en el extranjero. Volvieron y con ellos se formó el Laboratorio de Investigaciones Pediátricas. Obtuvimos progresos importantes en su tratamiento y ganamos prestigio”, recuerda el Dr. Mönckeberg.
“El concepto de desnutrición no estaba introducido en la comunidad. Los niños se morían de otras cosas y siempre había razones para explicar el statu quo. Era un problema crónico de la sociedad que prefería mantenerse estable como está que afrontar realidades. El proceso nos costó unos 10 años de investigación multifactorial para entender el problema hasta llegar a la conclusión por el año ’70”, agrega.
Antes de que el INTA fuera conocido oficialmente con el nombre y prestigio que tiene en la actualidad, el Laboratorio de Investigaciones Pediátricas se transformó en el Departamento de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad. Corría el año 1972. Esa condición, sin embargo, no fue suficiente para que el trabajo científico que se estaba desarrollando llegara a generar resultados genuinos en términos de bienestar y salud. Cuatro años más tarde, el 1 de marzo de 1976, un decreto de la Prorrectoría de la Universidad de Chile especificó que el INTA pasaría a depender de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos con el nombre de Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos. Este hito es el que nos permitió en 2021, celebrar 45 años de trayectoria.
“No bastaba tratar a los desnutridos. Derrotar la desnutrición crónica y la pobreza pasó a ser la meta y para eso necesitábamos un equipo de investigación multiprofesional, porque los problemas que afectan a la sociedad son siempre complejos y multifactoriales. Para ello fue necesario crear el INTA. A los que lo formaron y estructuraron, también ahora los recuerdo como contribuyentes a este reconocimiento”, recuerda el Premio Nacional de Medicina 1992, Dr. Fernando Mönckeberg.
Aunque desde su fundación el Instituto ha estado estrechamente ligado al problema de la desnutrición, en las últimas décadas el perfil epidemiológico y nutricional de Chile ha tenido cambios notables y el INTA ha debido a adelantarse a ellos. La convergencia de factores económicos, sociales y demográficos nos encaminaron hacia una “transición epidemiológica” cuyas consecuencias se dejan ver a todo nivel. En la actualidad, las enfermedades más prevalentes son las patologías crónicas no transmisibles, condicionadas por una serie de factores de riesgo, entre los cuales destacan el deterioro de los hábitos alimentarios, la malnutrición por exceso y el sedentarismo.
En este momento, el quehacer académico del INTA se orienta a lograr que los chilenos vivan más y mejor, lo cual significa promover el consumo de alimentos saludables y la práctica de ejercicio regular, frecuente y pautado. Modificar los estilos de vida es fundamental para prevenir las patologías antes mencionadas. Es clave para pavimentar el camino hacia un envejecimiento saludable; y es primordial para promover la armonía física, mental y social de las personas.
De este modo, el INTA se ha propuesto como misión, generar conocimiento a través de la investigación científica y formar capital humano avanzado mediante sus programas académicos de postgrado y especialización. También, entregar conocimiento a la comunidad sobre estilos de vida saludable a lo largo de todo el ciclo vital. Su meta final sigue siendo mejorar el bienestar, la salud y la calidad de vida de la población de Chile y América Latina.