La FAO reconoce en los niños en edad escolar una prioridad para realizar intervenciones en nutrición y considera la escuela como un lugar ideal para la entrega de los conocimientos básicos en alimentación, nutrición y salud. Pensando en ello, apoya la creación de huertos escolares como plataformas de aprendizaje, para promover una mejor nutrición y una alimentación adecuada, desarrollando conocimientos para una vida saludable y aumentar la conciencia ambiental.
En Chile desde el año 2013, el Programa “Elige vivir sano”, con el fin de promover hábitos y estilos de vida saludables y bienestar de las personas, comienza la iniciativa “vive tu huerto”, vinculada con el Ministerio de Desarrollo Social. Por medio de ella, se promueve la implementación de huertos escolares en establecimientos educacionales municipales y/o particulares subvencionados de todo el país, que cuenten con un mínimo de 50% de estudiantes prioritarios. En 2017, la JUNAEB en la medida N°30 del Programa “Contrapeso” incorpora los huertos escolares, con el objetivo de adquirir conocimiento a través del uso de éstos como herramienta pedagógica, que pueda ser utilizada en distintos colegios a nivel nacional, como apoyo para prevenir la obesidad y promover estilos de vida saludables.
Huertos escolares y la vinculación con la educación alimentaria nutricional, los aprendizajes y la actividad física
En muchos países, los programas de huertos escolares se han convertido en entornos preferenciales de aprendizaje, orientados a la acción, a menudo impulsados por prioridades convergentes de sostenibilidad ambiental y dietas saludables. Muchos de estos programas han evaluado el impacto que tienen sobre la ingesta dietética, específicamente la ingesta de frutas y verduras y las conductas dietéticas relacionadas, como el conocimiento, la preferencia, la motivación, la intención y la autoeficacia para comer y preparar frutas y verduras.
Existe evidencia de que los niños expuestos a una educación alimentaria y participando en programas de huertos escolares tienen más probabilidad de seleccionar y consumir verduras durante el almuerzo escolar en comparación a otros grupos de niños que sólo tienen educación alimentaria, sugiriendo que los administradores escolares, maestros y educadores en nutrición debieran implementar huertos escolares como una forma de influir positivamente en los hábitos alimentarios a una edad temprana.
Así también, una revisión sistemática de 152 artículos desde el año 1990 al 2010, que tenía como objetivo mostrar el impacto del huerto escolar sobre el rendimiento académico, mostró efectos positivos sobre los resultados académicos directos, con el mayor impacto en ciencias naturales, seguida por matemáticas y lenguaje.
Algunos estudios han relacionado el huerto escolar con fomento a la actividad física, como el estudio de Rees-punia y Cols, que concluyó que la enseñanza de lecciones en el huerto escolar puede incrementar la actividad física de los niños y disminuir el tiempo sedentario durante la jornada escolar y puede ser una estrategia para promover tanto la salud como el aprendizaje.
Todo lo anterior se traduce en la generación de una transformación del sistema educativo que podría permitir reconectar la seguridad alimentaria y nutricional local y específica de las escuelas. Por otro lado, se refuerza la idea del aprendizaje de la salud y la sustentabilidad medioambiental a partir de la generación de ciudadanos y aprendices conscientes, elaborando un modelo epistemológico y práctico de generación de conocimiento que implica la contextualización, el territorio y el trabajo con las comunidades presentes en torno al espacio escolar.
La experiencia del proyecto Think and Eat Green at School canadiense, indica que es posible sostener la experiencia actuando simultáneamente en 1) la pedagogía e innovación curricular (conectando la clase dentro y fuera del aula, la educación en el sistema alimentario, el impacto en la salud y medio ambiente de los alimentos, el alimento como gran conector social y educativo), 2) las prácticas (compostaje, reciclaje, preparación y consumo de alimentos, huertos productores de alimentos) y 3) las políticas (disminución de emisiones de carbono, fomento de mercados locales de alimentos y reducción de impactos negativos).
Durante este periodo de pandemia, hemos observado un uso masivo y gran inserción de la tecnología en el mundo educativo, donde el uso de tablets, computadores y otros artículos aparecen como indispensables en las escuelas para educar y en los hogares para entretener, por lo que el huerto sería una oportunidad para los niños de apreciar cómo convergen en su formación la tecnología y la tierra, ampliando y enriqueciendo los recursos y escenarios donde se realiza el proceso enseñanza – aprendizaje. Frente a lo anterior, la implementación de huertos escolares requiere un esfuerzo inicial importante. Sin embargo, a mediano plazo se pueden observar los múltiples beneficios propios de un circuito que conduce con sentido por esta multi-conexión que abre: entre cuerpo y palabra, entre cultivar y alimentarse, entre persona y persona, entre todos y la comunidad escolar. Por ello, saca a los/las escolares o participantes de la ruta de lo curricular y los lleva por la ruta del huerto, el verte en el huerto, que está dentro y que está fuera, como lo otro encantador y significante de lo posible, de la vía corta a una suerte de sanidad institucional, comunitaria, paisajística, y que dice hace salud en todos sus rincones y acciones.
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