Ciertamente una dieta equilibrada y el ejercicio son de vital importancia para la salud. En la actualidad el sueño ha emergido como la otra fuerza de esta tríada, pues las deficiencias físicas y mentales causadas por una noche de mal dormir, no son menores que las desencadenadas por inadecuadas ingesta alimentaria o actividad física. En efecto, el sueño es un imperativo biológico, no es una cuestión de elección.
Sueño, ganancia de peso y obesidad
Un cúmulo de evidencia permite sostener que un inadecuado patrón de sueño se relaciona con alteraciones metabólicas, ganancia de peso y riesgo de obesidad en todas las edades. A través del último medio siglo es notable la relación entre el aumento de la obesidad y la disminución de las horas destinadas a dormir. Diversos estudios que han evaluado la cantidad de sueño han mostrado una asociación estrecha entre esta y riesgo de obesidad.
A modo de ejemplo, un estudio de más mil niños y niñas entre los 2 y 6 años de edad, mostró que quienes dormían menos de lo recomendado, quedaban más expuestos a ser obesos a los 6 años. Más aún, ese efecto podría persistir incluso hasta la adultez.
Además de la cantidad de sueño, también sabemos que su calidad es una condición que expone a ganar peso. Esto ocurre porque diversos sistemas de nuestro organismo se van desorganizando y ya no logran funcionar adecuadamente, incluyendo los que regulan la apetencia y la saciedad. Es decir, quedamos más expuestos a tener más apetencia y a requerir comer más para saciarnos.
Estudios muy variados permiten sostener que los efectos causados por dormir menos podrían relacionarse con alteraciones endocrinas, del metabolismo del sistema nervioso autónomo y cambios conductuales. La restricción de sueño crónica podría desajustar el balance neuroendocrino relacionado a la regulación del apetito y el balance energético. Incluso adultos sanos que duermen menos de lo habitual durante algunas noches pueden presentar trastornos de la regulación de la glucosa en respuesta a una comida, mayor concentración de cortisol plasmático (particularmente en horas de la tarde-noche), y mayor tono del sistema nervioso simpático, a pesar de similar ingesta calórica, actividad física y de no existir cambios en el índice de masa corporal (IMC) durante la intervención.
Además, la reducción de horas de sueño también afectó la regulación de leptina y grelina (la leptina estimula la saciedad y la grelina estimula el apetito, ambas a nivel cerebral): la concentración plasmática de leptina disminuyó y la de grelina aumentó. Consecuentemente, con esos cambios neuroendocrinos las personas comieron más de lo habitual, incluso haciendo menos actividad física.
A su vez, puesto que la organización del sueño (cantidad y calidad) se va alterando con el desarrollo de la obesidad, termina instalándose una relación muy inadecuada (“círculo vicioso”) entre los diversos mecanismos que regulan el sueño y los que regulan la ganancia de peso, incrementando, en consecuencia, el riesgo de mantención de obesidad.
Es importante enfatizar que la relación entre el sueño y la obesidad se sustenta en los cambios epidemiológicos y conductuales a nivel de población, conjuntamente con los aportes brindados por investigaciones realizadas en animales y seres humanos. Sin embargo, durante los últimos años se ha puesto de manifiesto que esta asociación –aumento de ingesta alimentaria, alteración del metabolismo energético y ganancia de peso– no existe solo con la cantidad y calidad del sueño, sino con diversos patrones de sueño, incluyendo eficiencia, regularidad horaria y de duración en días de semana y de fin de semana, y los episodios de sueño nocturnos y diurnos (siestas) con diferente énfasis según el período del ciclo vital.
Finalmente, la relevancia del sueño en el cuidado de la salud ha sido reivindicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Consecuentemente, los protocolos de intervención para promoción de salud y prevención de enfermedades crónicas de origen nutricional deberían considerar al sueño tal como la ingesta alimentaria y la actividad física de manera de fortalecer esta tríada sanitaria.
Referencias
- Chamorro R, Farias R, Peirano P. Regulación circadiana, patrón horario de alimentación y sueño: Enfoque en el problema de obesidad. Rev. Chil. Nutr., Sept 2018, vol.45, no.3, p.285-292. ISSN 0717-7518
- Chamorro R et al. La reducción del sueño como factor de riesgo para obesidad. Rev. Méd. Chile, Jul 2011, vol.139, no.7, p.932-940. ISSN 0034-9887
- Peirano P, Algarín C, Garrido M, Sir T, Díaz E. Ciclo sueño/vigilia y obesidad. Rev. Chil. Nutr., Agosto 2000, Vol. 27, Suplemento N 21, p. 162-168
- Covington LB. Regular Bedtime_Implications for Obesity Prevention During the Pandemic and Beyond, 2021