Especiales 2022

La obesidad acelera el envejecimiento

La obesidad acelera el envejecimiento

La mayoría tendemos a relacionar el envejecimiento con estados de deterioro, fragilidad y enfermedad que resultan del paso del tiempo y se presentan hacia el final de nuestra vida. Sin embargo, el envejecimiento puede manifestarse mucho antes de la entrada oficial en la ‘vejez’. La ciencia sugiere, cada vez con más fuerza, que la obesidad y el sobrepeso son factores que aceleran la acumulación de daño degenerativo. En un país como Chile, donde tres de cada cuatro adultos y uno de cada dos niños tiene algún grado de malnutrición por exceso este hallazgo no debería pasar desapercibido.

La edad es un factor de riesgo para muchas enfermedades, y en todos los países donde ha aumentado la expectativa de vida ha crecido la probabilidad de contraer patologías relacionadas con la edad. Muchas personas de peso normal desarrollan enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) a edades avanzadas. Sin embargo, quienes tienen sobrepeso u obesidad suelen alcanzar el umbral de la enfermedad a una edad más temprana.

La investigación epidemiológica muestra, consistentemente, que la malnutrición por exceso reduce la expectativa de vida saludable al aumentar el riesgo de morbilidad cardio-metabólica, así como la pérdida de masa y fuerza muscular. La aterosclerosis, la resistencia a la insulina y la sarcopenia son comunes en el envejecimiento humano normal, pero la obesidad acelera estos procesos de envejecimiento décadas antes de que se manifiesten clínicamente. Aunque el envejecimiento es una progresión natural y perfectamente esperable, la expresión de fenotipos de envejecimiento se observa cada vez más en poblaciones jóvenes asociada al aumento de la obesidad y el sobrepeso.

Rasgos comunes en obesidad y envejecimiento

La obesidad —un estado patológico— y el envejecimiento —un estado fisiológico— comparten varios rasgos o características biológicas relacionadas con la acumulación excesiva de tejido adiposo. La obesidad provoca estrés oxidativo e inflamación crónica, que influyen negativamente en la función mitocondrial, la detección de nutrientes, la comunicación intercelular y la gestión de las proteínas dentro de las células (proteostasis). La obesidad promueve el proceso de envejecimiento al inducir senescencia, una condición en la que una célula ya no puede proliferar, y el fenotipo secretor proinflamatorio resultante contribuye a las comorbilidades relacionadas con la obesidad, particularmente, aquellas a las que subyace lipotoxicidad y resistencia a la insulina, como el síndrome metabólico, el hígado graso no alcohólico y la diabetes mellitus tipo 2. Finalmente, la obesidad acelera los cambios epigenéticos asociados al envejecimiento, lo que conlleva mayor fragilidad cromosómica y promueve la expresión de genes relacionados con deterioro físico y enfermedades. Todo esto sugiere que la malnutrición por exceso podría precipitar precozmente la pérdida progresiva de integridad fisiológica que es común en el envejecimiento.  

Edad cronológica vs edad biológica

Las semejanzas entre obesidad y envejecimiento ponen de relieve que edad cronológica no es sinónimo de edad biológica. Si aceptamos que la obesidad acelera el envejecimiento, el número de años transcurrido desde nuestro nacimiento podría no coincidir con nuestra edad determinada por el grado de deterioro de nuestras células y órganos. Hoy la ciencia permite medir esa brecha a partir de un ensayo molecular capaz de identificar cambios en los patrones de metilación del ADN. Algunos de estos ensayos están disponibles comercialmente, y todo lo que necesitamos es recolectar 2 ó 3 gotas de sangre u orina, enviarlas al laboratorio y en 5 semanas podremos conocer nuestra edad biológica. Estos modelos, llamados relojes epigenéticos, han mostrado que un IMC aumentado incrementa nuestra edad biológica, al punto de situarla por encima de la edad que revela nuestro certificado de nacimiento.

Varios estudios que han usado el reloj epigenético muestran que la obesidad se relaciona con cambios en la expresión génica en varios tejidos, células y órganos. En hepatocitos, se observó una aceleración de la edad de casi 3 años cuando el IMC aumenta 10 puntos, y que mayor IMC se asocia a metilación alterada de genes específicos. En adultos de mediana edad de una cohorte histórica de Finlandia, la obesidad se relacionó con cambios de metilación en el ADN de leucocitos, sugiriendo que el IMC se asocia positivamente con el envejecimiento epigenético en individuos de mediana edad. Aunque esto se observó sólo en relación con el IMC, otros marcadores de composición corporal y adiposidad podrían arrojar más luz sobre la relación entre obesidad y envejecimiento epigenético, algo que podremos someter a contraste en el Estudio ObAGE, sobre Envejecimiento Acelerado Inducido por Obesidad.

Obesidad temprana y su impacto en el envejecimiento

La Cohorte Santiago, el estudio longitudinal epidemiológico más antiguo que alberga el INTA de la Universidad de Chile, está formado por mujeres y hombres de unos 30 años que han participado en investigación sobre nutrición y salud desde que nacieron. A los 16 años, la prevalencia de obesidad llegaba al 13% y ocho de cada 10 participantes presentaban al menos un factor de riesgo de ECNT asociada a la edad. Siete años más tarde, cuando estos jóvenes hacían su entrada en la adultez, se observó que la obesidad había crecido hasta el 24% y que la prevalencia de factores de riesgo cardio-metabólico era inusualmente elevada. A los 23 años, un tercio de los jóvenes de la Cohorte Santiago tenía hígado graso no alcohólico, cerca de la mitad era resistente a la insulina, un 15% tenía síndrome metabólico, y uno de cada cuatro tenía inflamación crónica. 

¿Es posible que personas que aún no han cumplido los 35 años, a los que nadie dudaría en identificar como ‘jóvenes’, estén biológicamente envejecidas? Eso es lo que buscamos averiguar en el Estudio ObAGE, y para responder a esa pregunta tendremos que ir más allá de la epidemiología clásica y buscar marcadores celulares y moleculares que nos permitan profundizar en la compleja relación entre envejecimiento y malnutrición por exceso. Tenemos poderosas razones para creer que la respuesta es sí, pero tan importante como constatar ese hallazgo es identificar las vías y los procesos biológicos que hacen que la obesidad nos haga envejecer precozmente. Porque si somos capaces de eso podremos generar el conocimiento necesario para sentar las bases, en un futuro no muy lejano, de intervenciones que desaceleren e incluso reviertan este proceso de envejecimiento prematuro.

Los participantes de la Cohorte Santiago han crecido en un país donde la malnutrición por exceso está a la orden del día y en el que, pese a los esfuerzos, ninguna política pública ha logrado contener. Algunos de ellos han tenido obesidad desde la infancia y otros, desde la adolescencia, lo que pone sobre la mesa otra interesante pregunta: ¿En qué medida exponerse a obesidad en etapas clave del desarrollo nos hace más susceptibles al envejecimiento acelerado y con ello a la pérdida temprana de salud y calidad de vida? Esta cuestión es relevante, no sólo desde un punto de vista científico —explorar el envejecimiento usando un enfoque de ciclo vital—, sino también desde una perspectiva clínica y sociodemográfica. En relación con lo primero, podría ser que el camino al envejecimiento saludable haya que pavimentarlo desde niños. Eso no sólo pone de relieve la importancia de la pediatría para agregar años saludables a la vida humana, sino la urgente necesidad de replantearse el foco de las políticas que apuntan a preservar el bienestar en la vejez. De lo contrario, podríamos llegar demasiado tarde. Desde una óptica sociodemográfica, actualmente el 19% de los chilenos tiene 65 años o más; pero, por otro lado, tres de cada cuatro adultos y uno de cada dos niños y adolescentes presentan algún grado de malnutrición por exceso. Si la obesidad temprana es un factor de riesgo de envejecimiento acelerado, entonces el porcentaje de personas biológicamente envejecidas en Chile podría estar muy por encima del 19% que nos indican algunas estadísticas. Merece la pena averiguarlo.

Referencias

  1. Salvestrini V, Sell C, Lorenzini A. Obesity May Accelerate the Aging Process. Front Endocrinol (Lausanne). 2019 May 3;10:266. doi: 10.3389/fendo.2019.00266.
  2. Tam B, Morais J, Santosa S. Obesity and ageing: Two sides of the same coin. Obe Rev 2020. 21: e12991. Doi:10.1111/obr.12991
  3. Horvath S, Erhart W, Brosch M, Ammerpohl O, von Schönfels W, Ahrens M, et al. Obesity accelerates epigenetic aging of human liver. Proc Natl Acad Sci USA. (2014) 111:15538–43. doi: 10.1073/pnas.1412759111
  4. Nevalainen T, Kananen L, Marttila S, Jylhävä J, Mononen N, Kähönen M, et al. Obesity accelerates epigenetic aging in middle-aged but not in elderly individuals. Clin Epigenetics. (2017) 9:20. doi: 10.1186/s13148-016-0301-7
  5. Burrows R, Correa P, Bunout D, Barrera G, Rogan J, Kim E, Blanco E, Gahagan S. Obesity and impairment of pancreatic β-cell function in early adulthood, independent of obesity age of onset: The Santiago Longitudinal Study. Diabetes Metab Res Rev. 2021 Feb;37(2): e3371. doi: 10.1002/dmrr.3371.
  6. Correa P, Rogan J, Blanco E, East P, Lozoff B, Ghagan S, Burrows R. Resolving early obesity leads to a cardiometabolic profile of low risk at 23 years old: a two-decade prospective follow-up study. Sci Rep. Doi: 10.1038/s41598-021-97683-9.

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