Antecedentes
En las últimas tres décadas Chile ha vivido un proceso de desarrollo y crecimiento económico importante. Sin embargo, este crecimiento no ha ido acompañado en una mejoría real de la calidad de vida, salud y estado nutricional de la mayor parte de la población chilena que vive con un ingreso bajo, menor a los $500.000 mensuales por familia. Estos sectores, que corresponden al 80% de la población, ha aumentado el gasto en alimentos y otros bienes, pero desafortunadamente en alimentos procesados y comida rápida con alto contenido de grasas, azúcar y sal. Al aumentar la compra de televisores, vehículos y electrónicos, el sedentarismo es la norma, afectando a casi el 90% de la población. En este contexto, es interesante analizar los datos de las Encuestas Nacionales de Salud que se han realizado los años 2003, 2009 y 2016. La última de estas encuestas fue dada a conocer el día 22 de noviembre, tres días después de la primera vuelta electoral para la Presidencia de la República y sus resultados pasaron casi inadvertidos, a pesar de que mostró que en Chile habían 11 millones y medio de chilenos con exceso de peso y casi dos millones de diabéticos.
Resultados Encuesta Nacional de Salud 2016
Entre los datos positivos, está la disminución del tabaquismo en 10 puntos porcentuales, desde el 43,5% el 2003 a un 33,6% el 2016. Llamó la atención que el sedentarismo no disminuyera, a pesar de que otras encuestas realizadas por el Ministerio de Salud, como la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCAVI) y por el Instituto Nacional de Deportes, mostraban una caída de 10 puntos porcentuales en los últimos 15 años. Sólo disminuyó el sedentarismo en el grupo entre 30 y 49 años, de un 92,5% a un 86,2%. Sin embargo, el gran problema sigue siendo la obesidad y sobrepeso, que contra todos los pronósticos, llegó a una cifra de 74,2%. Esta es un alza muy importante si la comparamos con el 61% de la ENS 2003 y el 67% de la ENS 2009-2010. Pero lo más dramático es que el aumento corresponde a obesidad, que creció de 22,9 a 31,2% en los últimos 6 años, mientras que el sobrepeso se mantuvo en un 40%. En cuanto a la obesidad mórbida, que es la más grave, aumentó de 2,2% a 3,2% en los últimos seis años, llegando a un 4,9% en el grupo de 30 a 49 años. Todas estas prevalencias son mayores en mujeres y en los sectores más vulnerables.
Consecuencias y responsabilidades
Esto significa un tremendo aumento en la Carga de Enfermedad del país, que va a tener que enfrentar el gasto que significa la obesidad y sus co-morbilidades, especialmente la hipertensión y diabetes, que junto con la obesidad, son las principales causas de hospitalización y consulta médica en el país. Esta noticia, que apareció entre las dos elecciones presidenciales, prácticamente pasó desapercibida para la opinión pública y no fue considerada en la contienda electoral. ¿Cuál es la causa de esta indiferencia colectiva? La explicación está en la falta de conciencia de la sociedad chilena sobre el tema de la obesidad, considerado por la Organización Mundial de la Salud como el primer problema de salud pública del mundo.
En esto somos todos responsables
En primer lugar los gobiernos, por no tener una política de Estado continua y efectiva, como fue la que se tuvo contra la desnutrición. El año 2000 se instaló VIDA CHILE (2000-2005), que duró un gobierno, siendo reemplazada por EGO Chile (2006-2010), luego por el Elige Vivir Sano (2011-2014) y por último por la Ley del Etiquetado (2015). También son responsables los políticos y autoridades que no han logrado establecer leyes, normas y regulaciones coherentes para enfrentar el tema intersectorialmente, con un ente encargado de coordinar, dirigir y evaluar una estrategia contra la obesidad. Es notable la ausencia del Ministerio de Educación, carente de regulaciones frente al problema, aun cuando la educación desde la primera infancia hasta la educación superior es crítica para prevenir la obesidad. Somos responsables los académicos, profesionales y técnicos, que reconociendo a la obesidad como grave y contando con evidencia, no hemos sido capaces de convencer al país de su importancia, porque no sólo afecta a las personas individualmente, sino a la sociedad en su conjunto. Pero la mayor responsabilidad está en la población, que no ve la obesidad como un problema y no exige políticas públicas para enfrentarla. Esto quedó demostrado en esta última elección presidencial, donde nunca apareció la obesidad algo urgente que solucionar. Por otra parte, los programas de salud presentados por las candidaturas sólo se preocuparon de cómo tratar las enfermedades, pero no de mejorar la salud de la población con acciones promocionales y preventivas. Mientras la sociedad civil no considere que enfrentar la obesidad es prioritario porque está hipotecando el desarrollo del país por varias generaciones, va a ser muy difícil tener políticas públicas para enfrentarla. De ahí que la educación en alimentación saludable y actividad física desde las edades más tempranas hasta la edad adulta, sea fundamental.