En Chile, el consumo de carnes de origen pecuario continúa siendo un componente fundamental de la alimentación de la población. Según datos de la Asociación de Exportadores de Carnes de Chile A.G. (ChileCarne), en 2023 el consumo promedio de carne por persona en Chile alcanzó los 82,7 kilogramos, siendo el pollo y el vacuno las principales variedades consumidas, con una participación del 41 % y 31 % del total, respectivamente. No obstante, en los últimos años se han evidenciado cambios en los patrones de consumo y en las preferencias respecto a las carnes de origen animal. Entre 2013 y 2023, el consumo promedio de carne por persona en Chile registró una disminución del 7,2 %, reduciéndose de 89,1 kg a 82,7 kg anuales. Lo anterior ha favorecido la diversificación de las fuentes proteicas de alta calidad en la alimentación, especialmente mediante un mayor ingreso de pescados y mariscos a la mesa del consumidor.
Así, el consumo de productos del mar en Chile ha mostrado un incremento sostenido, pasando de aproximadamente 13,2 kg per cápita en 2013 a 16,8 kg en la actualidad, lo que representa un aumento del 27%, reduciendo la brecha respecto al promedio mundial de 20 kg per cápita, según la Sociedad Nacional de Pesca. Parte de este logro se atribuye tanto a la implementación de políticas públicas —como la Política Nacional de Acuicultura y el programa Del Mar a mi Mesa— orientadas a aumentar el consumo per cápita de pescados y mariscos en el país, como al rol activo de la pesca, que ha puesto a disposición del consumidor recursos pesqueros —principalmente jurel y merluza— en diversos formatos a través de supermercados, almacenes de barrio y ferias libres.
Un ejemplo de esta convergencia de intereses es el aumento en la participación de productos marinos en la dieta de los niños atendidos por la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb), principalmente mediante productos preelaborados, como nuggets de merluza y hamburguesas de jurel. Esto representa una oportunidad concreta para incrementar el aporte de nutrientes de elevado valor biológico, como los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga del tipo omega-3 (n-3 LCPUFA), en particular el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), ampliamente reconocidos por sus beneficios para la salud cardiovascular, neurológica y metabólica de la población.
En ese contexto, estudios realizados en Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile sobre la composición de ácidos grasos en especies comestibles del Pacífico Sur ha evidenciado que varias especies locales son fuentes importantes de estos omega-3 de cadena larga.
Por ejemplo, la caballa presentó los niveles más altos de EPA y DHA (414,7 mg y 956,0 mg por cada 100 g de carne, respectivamente), convirtiéndose en una opción privilegiada para cubrir los requerimientos diarios recomendados de estos ácidos grasos, que bordean los 250-500 mg/día según organizaciones internacionales como la FAO y la OMS.
Entre los mariscos, el piure (Pyura chilensis) destacó como una excelente fuente de EPA y DHA, con 375,0 mg y 165,7 mg por cada 100 g, respectivamente. Estos resultados reafirman la importancia de incorporar y diversificar el consumo de productos del mar como estrategia para maximizar sus beneficios nutricionales.
Desde una perspectiva nutricional, el mar de Chile representa un recurso de alto potencial para promover la salud de la población, al ofrecer una amplia variedad de pescados —como la caballa, el jurel y la palometa— y mariscos, como el piure, caracterizados por su elevado contenido de ácidos grasos omega-3. Incorporar de forma informada y diversa pescados y mariscos en la alimentación representa, por tanto, una estrategia nutricional eficaz que Chile, dada su condición de país costero, está en óptimas condiciones de implementar y consolidar.
Artículo preparado por los profesores INTA Uchile Alejandro Villasante, Rafael Opazo y Jaime Romero