Los alimentos de origen marino (pescados y mariscos) son conocidos por su aporte de ácidos grasos omega-3 de cadena larga. Los ácidos grasos omega-3 conforman una familia de compuestos, siendo los ácidos eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA) los dos omega-3 más abundantes en alimentos del mar.
EPA y DHA son nutrientes fundamentales para la salud, ya que están implicados en numerosas funciones de nuestro organismo. Por ejemplo, existe abundante evidencia del papel protector de ambos ácidos grasos frente al riesgo de enfermedad cardiovascular. Además, la Sociedad Internacional para la Investigación en Psiquiatría Nutricional recomienda el empleo de omega-3 (particularmente EPA, o una combinación de EPA y DHA) en la prevención de la depresión en población de alto riesgo y en el tratamiento de la depresión en ciertos segmentos de población, como los adultos mayores. Por otra parte, se ha reportado una relación inversa entre la ingesta de DHA y el riesgo de patologías neurodegenerativas como demencia y enfermedad de Alzheimer, y un avance más lento del deterioro cognitivo en pacientes consumidores de omega-3 en etapas tempranas de la enfermedad. El DHA es el ácido graso más abundante en el cerebro, donde está implicado en los mecanismos de neurotransmisión y contribuye a la neuroplasticidad de este órgano. También se encuentra de forma abundante en la retina, ya que es esencial para el desarrollo y funcionamiento del sistema visual. Por otro lado, EPA y DHA contribuyen a regular la agregación plaquetaria y son precursores de mediadores lipídicos con actividad antiinflamatoria, por lo que se ha señalado que ambos ácidos grasos podrían tener potencial en el tratamiento de enfermedades que cursan con inflamación como por ejemplo la artritis reumatoide, donde se han encontrado efectos prometedores en ensayos clínicos. También se ha propuesto la potencial utilidad del EPA y el DHA en el tratamiento de la COVID-19, muchos de cuyos pacientes manifiestan procesos inflamatorios y exceso de coagulación.
Actualmente, el aporte de EPA y DHA en gran parte de la población que sigue una dieta occidental estándar (incluida la población chilena) es inferior al recomendado por organizaciones internacionales, que se sitúa entre 250 y 500 mg/día de EPA+DHA en adultos sanos y en al menos 300 mg/día (de los cuales 200 mg deberían ser DHA) en mujeres gestantes. Sin embargo, a nivel de prevención secundaria (en pacientes que ya padecen alguna patología), la evidencia apunta a niveles de ingesta de EPA+DHA superiores a 1-2 g/día para observar efectos terapéuticos significativos asociados a ambos ácidos grasos, lo que es difícil de adquirir a través de una dieta ordinaria y para lo que, con frecuencia, se recurre a suplementos o concentrados de aceite de pescado, cuyo consumo debería estar supervisado por un profesional de la salud.
En Chile podemos encontrar información sobre el contenido de materia grasa de distintos alimentos de origen marino, pero en cambio hay muy pocos datos disponibles acerca del contenido en EPA y DHA (y de otros ácidos grasos también relevantes para la salud) en alimentos del mar consumidos en el país. Estudios recientes llevados a cabo en el INTA se han centrado precisamente en determinar los perfiles de ácidos grasos en una serie de pescados y mariscos consumidos por la población chilena, con especial atención al contenido de ácidos grasos omega-3 EPA y DHA. Entre las principales conclusiones obtenidas destacan que el aporte de EPA y DHA en alimentos marinos es bastante variable en función de la especie estudiada, y que los pescados en general aportan mayor cantidad de DHA que de EPA, a diferencia de los mariscos donde el contenido de EPA es en general más alto que el de DHA.
En los estudios realizados se observó que entre los pescados con mayor contenido en EPA+DHA se encontraban la caballa (1.370 mg/100 g), la palometa (960 mg/100 g), el bilagay (440 mg/100 g), el jurel (344 mg/100 g) y el blanquillo (314 mg/100 g), mientras que el pescado donde se evidenció un menor contenido de ambos ácidos grasos fue el congrio colorado (115 mg/100 g). En cuanto a los mariscos, aquellos con un contenido mayor y menor de EPA+DHA fueron respectivamente el piure (523 mg/100 g) y el loco (64 mg/100 g). El resto de mariscos analizados (almeja, langostino, camarón, macha, jaiba y erizo) mostraron valores de entre 160 y 217 mg de EPA+DHA por 100 g de producto.
El aporte de ácidos grasos omega-3 de un alimento del mar depende de muchos factores, no sólo de la especie sino también de la fecha de captura -se han observado diferencias estacionales en el contenido en materia grasa y en la distribución de los ácidos grasos en función de la época del año para una misma especie-, del origen -pesca extractiva o acuicultura-, del estado en el que el alimento es adquirido -fresco o en conserva- o del modo de cocinar el alimento -en general, se recomienda moderar el consumo de pescado frito y priorizar otros modos de preparación como horneado, al vapor o a la plancha, para minimizar la pérdida de los omega-3-, por lo que es necesario continuar realizando investigaciones para evaluar el efecto de los citados factores sobre el aporte de EPA y DHA de alimentos de origen marino.
Por ello, desde el INTA se sigue trabajando para ampliar la información disponible sobre el contenido de ácidos grasos relevantes para la salud en una mayor variedad y preparación de alimentos de origen marino consumidos en Chile, que pueda servir como insumo para apoyar el trabajo de los profesionales de la nutrición en el país.
Referencias
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