En el año 2014, el 8,5% de los adultos mayores de 18 años presentaban diabetes, y se ha descrito que en el año 2019 la diabetes (principalmente la diabetes tipo 2) fue la causa directa de más de 1,5 millones de muertes. De estas, 500.000 muertes han sido atribuidas a la enfermedad renal subyacente a la diabetes, y la alteración de la glicemia se ha relacionado a cerca de un 22 % de muertes cardiovasculares.
Entre el período 2000-2019, se registró un incremento del 3% en las tasas de mortalidad estandarizadas por edad a causa de la diabetes y entre los datos más preocupantes sigue siendo el impacto de la enfermedad en grupos de bajos ingresos, donde existe mayor obesidad y donde la tasa de mortalidad por diabetes es cercana al 13%.
La diabetes es una enfermedad crónica en la cual influyen factores genéticos y ambientales y se genera cuando el páncreas no produce suficiente insulina o cuando el organismo no puede utilizar eficazmente la insulina en los tejidos periféricos (músculo, hígado, tejido adiposo). La insulina regula la glucosa en sangre y en la diabetes el aumento desmedido de la glucosa sanguínea (hiperglicemia) es un efecto común de la diabetes con mal control metabólico.
Esta situación acumulada en el tiempo provoca graves daños, entre los que se encuentran las alteraciones micro-angiopáticas de la diabetes (retinopatías, nefropatías y neuropatías). Diversas revisiones han establecido que la retinopatía diabética está presente en el 21% de los diabéticos en el momento del diagnóstico y que es la principal causa de ceguera en el mundo occidental entre la población adulta de 20 a 74 años. Por otra parte, la nefropatía diabética afecta al 18% de los sujetos diagnosticados de diabetes, siendo la diabetes la principal causa de insuficiencia renal terminal y la neuropatía diabética se ha observado en el 12% de los pacientes en el momento del diagnóstico. También, la diabetes es un factor de riesgo para enfermedad cardiovascular y se ha estimado que este riesgo se eleva entre 2 a 4 veces en diabéticos, comparado con personas con glicemia normal. Un 80% de los diabéticos fallecerán por esta razón (75% aterosclerosis coronaria y un 25% enfermedad cerebrovascular).
¿Qué hacer en este oscuro escenario?; ¿Sobre todo luego de un periodo de dos años en pandemia por covid-19 donde el aumento de la obesidad, el alto consumo de comida muy poco saludable y un sedentarismo creciente han sido la constante en el mundo?
Todos los estudios han demostrado que las modificaciones en el estilo de vida son eficaces para prevenir o retrasar la aparición de la diabetes tipo 2. Entre los pilares fundamentales para prevención y/o evitar la aparición de complicaciones se encuentran: la reducción de la obesidad y sobrepeso, la mantención de una actividad física regular, al menos 30 minutos diarios, con intensidad moderada la mayoría de los días de la semana, la eliminación del hábito tabáquico y la adhesión a una dieta saludable que evite grasas saturadas, azúcares, y alimentos ultraprocesados.
Desde el punto de vista del tratamiento y prevención de la enfermedad, en el año 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el Pacto Mundial contra la Diabetes, una iniciativa global que apunta a mejoras sostenidas en la prevención y el cuidado de la diabetes. Su objetivo es trabajar en una visión compartida para reducir el riesgo de diabetes y garantizar que todas las personas diagnosticadas con diabetes tengan acceso a un tratamiento y una atención equitativos, integrales, asequibles y de calidad.