La nutrición y el cáncer, una relación compleja

La nutrición y el cáncer, una relación compleja

Por Jorge Martínez, Profesor Titular. Unidad de Nutrición Básica, INTA -  Universidad de Chile

Hoy es posible afirmar que, con seguridad, en las próximas décadas el cáncer será la primera causa de muerte en países de desarrollo medio o alto. La principal causa que justifica esta afirmación la podemos encontrar en el sostenido aumento de la sobrevida observada en esos países debido, fundamentalmente, en una mejoría en las condiciones de vida de la población y en los indudables progresos médicos. El desarrollo de un cáncer es un proceso de largo aliento que se produce por acumulación de daño genómico, razón por la cual el aumento de la sobrevida juega a su favor.

Datos generados a nivel global en las últimas décadas muestran que los hábitos alimentarios, el tabaquismo, la exposición a contaminantes laborales y la infección constituyen un porcentaje importante de las causas de riesgo de contraer un cáncer. De este modo, los estilos de vida, elemento causal esencialmente reversible, ha pasado a ser materia de intensa investigación y son, en la actualidad, factores predominantes en la prevención del cáncer. Así fue sugerido en el clásico trabajo de Doll y Peto de 1981, el cual, a la fecha, mantiene su vigencia (1).

¿De qué manera el factor nutritivo es capaz de modular el desarrollo tumoral? De varias maneras. Un elemento, asociado con la dieta que ha mostrado un impacto relevante en la prevención del cáncer es la disminución de la ingesta calórica (restricción calórica), la cual, además, ha sido demostrado que tiene un significativo efecto en la prolongación de la vida.  Esta afirmación está basada en el hecho reconocido que las células tumorales tienen un exigente requerimiento metabólico para su proliferación y crecimiento, y que, además, manifiestan una peor adaptación a un régimen calórico restrictivo respecto a una célula normal. Investigaciones realizadas en animales de experimentación y estudios observacionales en humanos han reafirmado esta opción (2).

En la vereda opuesta encontramos el caso de la obesidad, patología a la que se le atribuye responsabilidad en un porcentaje creciente de la mortalidad por cáncer y que ha promovido que, tanto la disminución de peso como un régimen de ejercicio físico, se conviertan en eficaces elementos preventivos de la enfermedad neoplásica. No todas las formas de cáncer son igualmente afectadas por la obesidad; sin embargo, los datos más recientes sugieren que la obesidad constituye un decisivo factor de riesgo en al menos 13 tipos de cáncer. Por cierto, los mecanismos mediante los cuales la obesidad afecta la carcinogénesis pueden ser diferentes, no es igual la influencia de la obesidad en el cáncer de colon que en el de mama. Sin embargo, pareciera ser que el fenómeno inflamatorio sistémico que genera la obesidad se encuentra en la base del desarrollo de muchas formas de cáncer.   

¿Existe una dieta que prevenga o potencie el desarrollo tumoral? Acá la respuesta es menos categórica debido fundamentalmente a que la recomendación genérica de una dieta saludable normalmente lleva consigo una disminución del aporte calórico lo que puede poner esa recomendación bajo la categoría mencionada de la restricción calórica. Sin embargo, existen ejemplos de tipos de alimentos que –de acuerdo a la evidencia- tendrían una responsabilidad en el desarrollo de algún tipo de cáncer. Es el caso del consumo de carnes rojas asociado al cáncer colono-rectal. Datos epidemiológicos consistentes muestran que este tipo de tumor es altamente prevalente en países altos consumidores de carnes rojas, como es el caso de Uruguay. La asociación entre la alta incidencia de cáncer gástrico en Japón (y también China) ha sido atribuida al consumo de alimentos salados y que contienen nitrosaminas ya sea en forma endógena o producida en la cocción, compuestos que incrementan su potencial carcinogénico en presencia de la sal. Se ha propuesto que esta interacción sea resultado de prácticas culinarias propias de esos países. Sin embargo, otros factores de alta prevalencia, como la infección con Helicobacter Pylori y el extendido hábito del tabaquismo en esa población hacen que la asociación de los factores de la dieta con el cáncer gástrico sea menos algo menos evidente. El consumo excesivo de alcohol también se ha asociado con diversas formas de cáncer como los de la cavidad oral, faringe, esófago, colon, hígado, laringe y mama en la mujer.

La posibilidad de una dieta protectora contra el cáncer ha apuntado básicamente al alto consumo de frutas y verduras. En estudios que incluyen grandes poblaciones de consumidores se ha podido comprobar que una dieta rica en vegetales previene la aparición de una importante gama de cánceres en humanos. También existe cierto nivel de consenso que, más que un componente específico de la dieta rica en vegetales, es la combinación sinérgica de muchos de ellos la que actúa como elemento protector.

En resumen, la evidencia acumulada permite sostener que un porcentaje creciente de tumores en el adulto puede ser prevenido manteniendo un estilo de vida sano que incluye la nutrición, el ejercicio y físico, evitando los hábitos dañinos de consumo de tabaco y alcohol.

Referencias.

  1. Doll R, Peto R. The causes of cancer: quantitative estimates of avoidable risks of cancer in the United States today. J Natl Cancer Inst. 1981;66:1191–1308.
  2. Zoe E Gillespie ZE., Pickering J, Eskiw GH. Better Living through Chemistry: Caloric Restriction (CR) and CR Mimetics Alter Genome Function to Promote Increased Health and Lifespan. Front Genet 2016; 7:142.

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