Por Roberto Bravo Sagua, Profesor Asistente, Unidad de Nutrición Pública. INTA - Universidad de Chile.
Nuestras células están constantemente sometidas a condiciones adversas. De hecho, de eso se trata la vida: una constante lucha de las células (sea cual sea la especie) por mantener su integridad, ante cualquier circunstancia. A eso se le denomina homeostasis. Y cuando hablamos de condiciones adversas, se trata de cosas tan cotidianas como cambios de temperatura, ya sean ligeros o grandes; exposición a sustancias tóxicas, como el humo del cigarrillo, el alcohol o grasas en exceso; o el mismísimo aire que respiramos, que es altamente oxidante. No existe un instante de nuestras vidas en que nuestras células no estén luchando por sobrevivir.
Y es en este escenario que ocurre el envejecimiento: mientras más tiempo pasa, más daño van acumulado nuestras células, por el solo hecho de existir. Claro está, tenemos muchos mecanismos de defensa, como la capacidad de adaptación y la regeneración. Con los años el daño se va acumulando y la capacidad de adaptación va disminuyendo. Cuando nuestras células reciben un daño que supera su capacidad de adaptación, éstas experimentan un fenómeno llamado “senescencia celular”, en el cual dejan de cumplir su función normal e inician una respuesta inflamatoria. Esta respuesta es completamente normal y cumple un papel fundamental: le indica al sistema inmune – nuestro sistema de defensa - que debe eliminar las células senescentes e iniciar un proceso de regeneración de los tejidos. Sin embargo, con el tiempo ocurre un fenómeno llamado inmunosenescencia, en que el mismo sistema inmune se vuelve menos eficiente y las células senescentes se van acumulando en nuestros órganos.
Es así como el envejecimiento está asociado a una acumulación de células envejecidas en nuestro organismo, las cuales, producto de la misma señalización inflamatoria que entablan, empiezan a alterar el funcionamiento de las células sanas que las rodean. Y como esta respuesta inflamatoria es en sí una señal de daño, recluta a las células sanas a volverse también pro-inflamatorias, como un “intento desesperado” por inducir la regeneración del tejido. En otras palabras, el envejecimiento celular, si no es mitigado, propaga aún más el envejecimiento.
Esta es una de las razones de porqué es importante llevar un estilo de vida saludable: porque disminuye el daño a los tejidos y así retrasa el envejecimiento. Evitar la senescencia celular es, en parte, la clave para mantenernos saludables el mayor tiempo posible. Y es así como las nuevas terapias para combatir el envejecimiento consisten en dos tipos de tratamientos farmacológicos: los senolíticos, que eliminan a las células senescentes y los senostáticos, que evitan que las células senescentes recluten a las células sanas de su alrededor. Interesantemente, siendo aproximaciones relativamente recientes para combatir el envejecimiento celular, algunos de ellos se basan en una estrategia que es ya bastante conocida, pues recurren a un efecto antioxidante.
De esta forma, a la batería de intervenciones para mejorar la calidad del envejecimiento se sumarán unas nuevas, que apuntan a que el paso del tiempo no sea sinónimo de deterioro biológico. Tenemos la esperanza de que, en un futuro, aunque nuestras células sigan experimentando daño sólo por el hecho de existir, éste no se perpetúe en nuestros cuerpos y podamos preservar mejor la salud de nuestros órganos.
No obstante, no debemos engañarnos. Incluso así, la capacidad de regeneración con la que contamos es limitada y, ojalá más temprano que tarde, las interminables condiciones adversas ganarán la batalla. Es parte del curso de vida de todos los organismos. Por eso, por mucho que avance la farmacología, la mejor carta que tenemos es la prevención. Aún no existen -ni existirán- mejores medidas contra el envejecimiento que realizar ejercicio, cuidarnos del sol, mantener una dieta equilibrada y una adecuada higiene del sueño desde edades tempranas para disminuir el deterioro de nuestros órganos. Son decisiones que nos hacen sentir mejor, y, a la larga, envejecer mejor.
Referencias
1. Senolytics and Senostatics: A Two-Pronged Approach to Target Cellular Senescence for Delaying Aging and Age-Related Diseases. Kang C. Mol Cells. 2019 Dec 31;42(12):821-827. doi: 10.14348/molcells.2019.0298.
2. The hallmarks of aging. López-Otín C, Blasco MA, Partridge L, Serrano M, Kroemer G. Cell. 2013 Jun 6;153(6):1194-217. doi: 10.1016/j.cell.2013.05.039.
3. Senolytics improve physical function and increase lifespan in old age. Xu M et al. Nat Med. 2018 Aug;24(8):1246-1256. doi: 10.1038/s41591-018-0092-9.