PRESENTACIÓN LIBRO “OBESIDAD EN CHILE ¿Qué podemos hacer?" Por Fernando Vio del Rio

PRESENTACIÓN LIBRO “OBESIDAD EN CHILE ¿Qué podemos hacer?" Por Fernando Vio del Rio

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El día Lunes 29 de octubre en la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica se realizó la presentación del libro de la 2da Edición del Libro "Obesidad en Chile, ¿Qué podemos hacer?". Esta versión fue presentada por el Rector de la PUC, Dr. Ignacio Sánchez, por el Decano de la Facultad de Medicina de la PUC, Dr. Felipe Heusser, por la Dra. Claudia Bambs, Directora del Departamento de Salud Pública PUC y por el Dr. Fernando Vio, Profesor Titular INTA U. de Chile, quien dedicó unas palabras con importantes reflexiones en torno a la obesidad. Compartimos con ustedes la presentación realizada por el académico del INTA, Prof. Fernando Vio: Sr. Rector, señores académicos, familiares y amigos: En primer lugar, quería agradecer la invitación y felicitar al editor Francisco Mardones, co-editoras Pilar Arnaiz, Salesa Barja y co-editor Pedro Rosso y a todos los autores por tratar el tema de la obesidad con gran profundidad y seriedad y así ponerlo nuevamente en la atención pública, donde este tema, en mi opinión, está relegado al último rincón de las prioridades en salud e invisibilizado para la opinión pública. Quería hacer un saludo especial a mi amigo y compañero de tantas décadas, Francisco Mardones, afincado actualmente en Loja, Ecuador, en el Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Técnica Particular de Loja, desde donde ha seguido dirigiendo la edición y publicación del libro. Publicar un libro no es fácil, y menos aún desde la distancia en el último año: requiere gran dedicación, paciencia, constancia y amor por el tema. Digo esto, porque al leer el libro, cada uno de sus capítulos es de una gran calidad y profundidad. Es como si cada capítulo fuera un tratado en cada tema relacionado con la obesidad, para lo cual el editor y los co-editores, convocaron sin duda a los 68 mejores especialistas en los temas, de los cuales me excluyo, por lo cual quedan solo 67. Los que nos formamos en la décadas del 60 y 70 como Francisco y yo, estamos marcados a fuego por las enseñanzas de los que crearon el Servicio Nacional de Salud en 1952, como Sótero del Río Gundián, Jorge Mardones Restat, Salvador Díaz, Benjamín Viel, Abraham Horwitz, y tantos otros inspirados por el National Health Service de Inglaterra, creado el 5 de julio de 1948 por el gobierno laborista de Clement Attlee e implementado por el Ministro de Salud de origen galés y obrero del carbón desde los 13 años, Aneurin Bevan, quien inauguró el “Welfare State”, modelo estatal que fue copiado y adaptado por su eficacia en el resto de países de Europa Occidental y también en Chile. En su ensayo de 1952 “A Free Health Service”, Aneurin Bevan señalaba: “Una sociedad llega a ser más íntegra, más serena y espiritualmente más sana si sabe que sus ciudadanos tienen en el fondo de sus conciencias la seguridad de que cuando estén enfermos, no sólo ellos sino que todos sus compañeros, van a tener acceso a la mejor medicina a la que se pueda acceder en el país”. El gran avance de la creación del Servicio Nacional de Salud en Chile en la década del 50 fue no solamente unificar los diversos servicios que entregaban salud en la época en un servicio único, sino especialmente darle un enfoque preventivo a todas las acciones de salud, en particular a las relacionadas con las enfermedades materno-infantiles e infecciosas, que eran las principales causas de enfermedad y muerte de la época. Cuando estas acciones preventivas y curativas lograron implementarse fuera de los hospitales en los consultorios periféricos, postas y hospitales rurales con la política de Médicos Generales de Zona y alcanzar coberturas de aproximadamente un 80 por ciento a fines de la década del 60, se inició el descenso de la mortalidad infantil, de la mortalidad materna, de la desnutrición y de la mortalidad por enfermedades infecciosas como la tuberculosis y tifoidea. Todo ello con énfasis preventivo y con un inmenso apoyo de la población, el que se institucionalizó con los Consejos Locales de Salud en los 70. En ese período destacaron salubristas de diferente signo político e ideológico, todos de altísimo nivel y con los mismos principios y valores de la Salud Pública, como fueron, entre otros, el Dr. Francisco Mardones Restat, Hugo Behm, Julio Meneghello, Hernán Durán, Gustavo Molina, Raúl Díaz Valdés, José Manuel Borgoño, Victorino Farga, y el Dr. Fernando Monckeberg Barros. Las preguntas que surgen son: ¿qué habrían pensado ante un programa de gobierno, como fue el del período 2014-2018 en que no aparecían las palabras promoción ni prevención de salud, y menos aún la palabra obesidad? ¿Qué pensarían si la primera y única Comisión de Salud Presidencial que ha funcionado recientemente y el primer proyecto de Salud que va al Congreso este año sean sobre el tema Isapres, que afecta solo al 18% de población de mejores ingresos? ¿Qué dirían al ver que la Atención Primaria de Salud es predominantemente curativa, o en el mejor de los casos, para controlar enfermos crónicos? ¿Cómo reaccionarían ante el descrédito en que han caído programas fundamentales de la Salud Pública, como las vacunaciones, con grupos de la población que las rechazan y otros que simplemente no se vacunan cuando hay una campaña? Hemos llegado a un punto en que la población entiende por Salud Pública la atención en hospitales públicos, diferenciándola de la Salud Privada que se atiende en clínicas privadas. Esto es muy diferente a lo que existía antiguamente en que había especialistas en “Salud Pública”, que se encargaban de enfrentar los problemas de salud de las poblaciones desde el Fomento, la Protección y Prevención de Salud, y otros que se dedicaban a la administración de hospitales, en la especialidad de “Administración Hospitalaria”. Los conceptos de Promoción de Salud y Prevención han desaparecido progresivamente de la cultura popular, que durante mucho tiempo acudió rigurosamente y en forma sistemática a los controles de niño sano y controles maternales. Con los cambios demográficos y epidemiológicos que se han producido en los últimos años, hay menos embarazos y menos niños, que aún se controlan, pero que no son los principales problemas de salud que nos afectan, que hoy día están focalizados en los adultos y adultos mayores que padecen de enfermedades crónicas no transmisibles, accidentes, problemas de salud mental. Estos problemas de salud parecerían que no pueden ser prevenidos y que simplemente aparecen con la edad de las personas. Todos estos temas no están siendo controlados anticipadamente y sólo consultan cuando ya se ha producido el evento catastrófico. Sin embargo, se sabe que estos problemas pueden prevenirse enfrentando sus factores de riesgo. El mejor ejemplo es el tabaquismo, que después de décadas en que se demostró su causalidad en el cáncer y cardiovasculares, con el estudio de Doll y Hill en Inglaterra en la década del 50, ha logrado ir en retroceso después del Acuerdo Marco contra el tabaco de Naciones Unidas, que ha sido implementado por casi todos los países del mundo, a pesar de la feroz oposición de la industria tabacalera. Al disminuir el tabaquismo como causa de enfermedades cardiovasculares y cáncer, aparecen la alimentación y sedentarismo como los dos grandes problemas que hay que enfrentar. Pero esto no es fácil porque tiene que ver con hábitos muy arraigados en las personas, que consideran como un logro del desarrollo económico y de la modernidad el poder tener una vida más cómoda, ver televisión, andar en automóviles, comer alimentos que satisfacen su paladar y darse gustos que antes no se pudieron dar. “Era un viejo que pescaba solo en un bote del Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez”. Así se inicia la novela “El Viejo y el Mar” de Ernest Hemingway, que se publicó en 1952, basada en un hecho real que el escritor había contado en pocas palabras en un artículo de la revista Squire en 1936 y que es el siguiente: un pescador se hace a la mar y captura un pez muy grande, pero antes de llegar a la playa, los tiburones lo devoran y en tierra solo queda una enorme espina desnuda. Se trata de una parábola del hombre frente a la adversidad, lo que queda plasmado en la frase “el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”. En los temas de Promoción de Salud y Prevención de la Obesidad, después de una demora de más de una década, entre fines de los 80 y fines de los 90, en darnos cuenta de que nuestras prioridades no eran las enfermedades materno-infantiles e infecciosas, sino las enfermedades crónicas no transmisibles, obesidad y diabetes, se logró iniciar un programa de Promoción de Salud en estilos de vida saludable en 1998, que se mantuvo hasta el 2005, donde fue desplazado y relegado a un segundo plano por el plan AUGE y las políticas de los Determinantes Sociales en Salud. Desde entonces, el Ministerio de Salud se encarga de la atención curativa directa de las personas y de acuerdo a los Determinantes Sociales de Salud, los otros problemas estructurales relacionados con salud, como desigualdad, nivel socioeconómico, género, trabajo, medioambiente, quedan en manos de otros Ministerios que poco o nada les interesa el tema Salud porque tienen sus propias prioridades. Entonces, los temas de Promoción y Prevención de Salud quedaron en tierra de nadie. De ahí que hasta el presente, el gran pez que significaron las políticas de Promoción y Prevención de Salud del inicio de la década del 2000 se hayan ido quedando sin carne, permaneciendo solo un frágil esqueleto de lo que deberían ser las políticas de Promoción de Salud y Prevención de la Obesidad. Mientras tanto, estos problemas han ido aumentando, creando una gran carga de enfermedad en la población, con daño a las personas y a las familias, junto a una demanda creciente en los servicios de salud que el Estado no está siendo capaz de satisfacer. Frente a esta realidad, es necesario continuar investigando, publicando y haciendo abogacía por los temas de Promoción de Salud y prevención de las ECNT y en particular de la obesidad, para que estos problemas sean considerados prioritarios por nuestra población y por las autoridades, y en este sentido el libro “Obesidad en Chile ¿Qué podemos hacer?” es un inmenso aporte.

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