En los últimos años la mayoría de nosotros hemos sentido que nuestra vida puede ser una vorágine de actividades diarias sin tiempo para completarlas, pero que súbitamente, por un evento completamente ajeno a nosotros, como lo fue la pandemia, se detuvo y por varios meses transcurrió muy lentamente. Sin embargo, a pesar de esos cambios bruscos y repentinos que transcurren a nuestro alrededor, nuestro organismo mantiene su funcionamiento diario, similar hoy y el siguiente día, gracias a la señal de un reloj interno ubicado en el cerebro. El reloj crea un ciclo, un ritmo de día y noche que nos mantiene despiertos durante el día y nos induce a dormir durante la noche. Este ciclo llamado ciclo de sueño y vigilia (CSV) es circadiano (su duración es de aproximadamente 24 horas) y es el principal ritmo biológico de los seres vivos; aunque existen innumerables ritmos biológicos que se sincronizan con él y que pueden ser de mayor o menor duración. El reloj biológico se reajusta cada día con la presencia de la luz diurna y la puesta de sol que conlleva la disminución de la luminosidad nocturna. Pero no solo la luz ayuda a ajustar este mecanismo, también los hacen la alimentación, la presencia de sonidos y la interacción social entre otros eventos.
A pesar de los conocimientos que se han ido adquiriendo a través de los años sobre el CSV, no se conocen completamente las funciones del dormir, una de las acciones más reconfortantes y universalmente presente en los seres humanos. No obstante, en las últimas seis décadas los estudios científicos han logrado describir las características del CSV, enumerar varias de sus funciones y observar los efectos negativos sobre el organismo si es interrumpido voluntaria o involuntariamente.
Se sabe con certeza que el funcionamiento cerebral difiere en vigilia y sueño, y que en ambos estados su actividad es constante. Como era de esperarse las funciones que realizan son diferentes, por ejemplo, durante el día estando alertas las funciones cognitivas que más usamos se relacionan con la percepción de los estímulos sensoriales (ver, oír, oler), la capacidad de atención y la memoria que es conocida como memoria de trabajo (recordar las actividades y reuniones programadas para el día). Por otra parte, la evidencia científica nos explica que durante el sueño el cerebro trabaja para consolidar lo aprendido (consolidación del aprendizaje), y restablecer nuestro estado emocional “podando” aquellas conexiones neuronales que se han generado a raíz de situaciones de angustia, tristeza o que simplemente son irrelevantes para nuestra vida diaria.
Si la relación sueño-cerebro en el adulto ya es importante basado en lo que hemos descrito, tenemos que enfatizar que durante los primeros años de vida establecer un CSV adecuado es imprescindible para el desarrollo cerebral. Durante el primer trimestre de vida postnatal, el bebé duerme la mayor parte del tiempo, hasta 20 horas o más, de las 24 horas del día. Muchas veces el padre, la madre o cuidador interrumpen el sueño del niño para “estimularlo”. Sin embargo, lo que se produce es una interrupción del proceso de estimulación endógena que se desencadena mientras el niño duerme y que permite desarrollar y consolidar las conexiones cerebrales. Existen muchos estudios en modelo animal y también en lactantes humanos que demuestran que la disminución de las horas de sueño o su interrupción pueden disminuir la capacidad de desarrollo del niño.
Ciclo sueño y vigilia de los niños
El desarrollo del CSV, como todas las funciones cognitivas, requiere de la integridad del sistema nervioso central y de una estimulación ambiental apropiada. Por ello, es muy importante informar y educar a padres y profesionales de la salud y de la educación durante la infancia, la importancia de respetar los períodos de sueño diurnos o siestas y extender progresivamente, con el crecimiento, la cantidad de sueño nocturno.
La llegada de un bebé al hogar implica un cambio de la rutina de los adultos. El compromiso de los padres con su hijo o hija es adaptar las costumbres, la rutina y aún los espacios físicos de la casa. Para ello se recomienda generar durante el periodo diurno, un ambiente de luz, temperatura estable y un lugar donde se pueda dormir la siesta sin interrupción; mientras que la alimentación y la interacción social se promovería en los momentos de vigilia espontánea. Durante el período nocturno es recomendable disminuir la luminosidad y el ruido al interior de la casa.
La alimentación en los primeros meses de vida logra mejor su objetivo nutricional si se administra cuando el niño está totalmente despierto y a medida que el niño crece se hace cada vez menos necesario la alimentación durante el período nocturno, siendo importante no confundir cualquier incomodidad que exprese el bebé con necesidad de alimentarlo. Enseñar a que el niño concilie el sueño solo es un punto esencial en el desarrollo del CSV. Le permite independencia para establecer su propio ritmo biológico y fortalece otras funciones cerebrales relacionadas con la capacidad de modular sus emociones, de entretenerse sin intervención de un adulto promoviendo la imaginación y creatividad que se expresara posteriormente.
En conclusión, el CSV es el ritmo biológico más importante del ser humano, tiene su asiento en el reloj biológico del cerebro, desarrolla funciones diferentes, pero igualmente importantes ya sea cuando estamos despiertos o cuando estamos dormidos. Al nacer, el CSV es inmaduro y su desarrollo depende de un cerebro sano y un medio ambiente adecuado que respete y promueva su consolidación.