Durante la presente pandemia de COVID-19 y el subsecuente confinamiento obligatorio, la oportunidad de realizar actividad física ha visto restringida a las posibilidades existentes dentro de los hogares. Esto ha llevado a una caída inicial de un 61% en la realización de actividad física, de acuerdo con la encuesta de Opinión sobre percepción y uso de la banda horaria “Elige vivir sano”, la cual, posteriormente, tuvo un repunte parcial luego de instaurada la banda horaria. Sin embargo, esto sólo vino a profundizar una realidad preocupante en nuestro país, detectada en la Encuesta Nacional de Hábitos de Actividad Física y Deporte 2018, donde 7 de cada 10 adultos en Chile se consideró inactivo físicamente.
La actividad física junto a una dieta equilibrada y un sueño reparador son claves para tener un estilo de vida saludable. Interesantemente, al realizar una búsqueda general de actividad física y salud en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos -el principal repositorio público de literatura en ciencias biomédicas (www.pubmed.gov)-, nos entrega un resultado de más de 200.000 artículos científicos que demuestran el impacto positivo de la actividad física en la prevención, retardo y tratamiento de diferentes enfermedades. Los datos son contundentes sobre la reducción de la mortalidad, la disminución del dolor y síntomas de la depresión, el control de la glicemia y la reducción del riesgo de enfermedades metabólicas, cardiovasculares y cáncer. Por otro lado, la inactividad física es uno de los principales factores de riesgo por mortalidad de enfermedades no transmisibles.
Desde un punto de vista económico, la inactividad física tiene costos importantes sobre los sistemas de salud. En el 2016, una publicación en la revista británica The Lancet calculó el costo económico mundial de la inactividad física sobre los sistemas de salud. Se estimó que, en el año 2013, el sedentarismo tuvo un costo de aproximadamente 58,3 billones de dólares, de los cuales 31,2 billones fueron pagados por el sistema público en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y cáncer de mama y de colon. Por el contrario, aumentar la actividad física, no solo reduce el riesgo de muerte prematura, sino que también impacta positivamente la economía, disminuyendo la merma en productividad por enfermedades. Además, la industria asociada a la actividad física y estilos de vida saludable, mejor conocida como “Wellness Economy”, ha tenido un crecimiento rápido y sostenido en el último tiempo, con una facturación de 4.500 billones de dólares en el año 2019.
Por lo anterior, es incompresible el bajo fomento por parte del Estado de la realización de actividad física en todas las etapas del ciclo vital. Especialmente en nuestro país, donde el fomento a una cultura de la actividad física desde la etapa escolar es deficiente: contamos con una obligatoriedad de solo 4 horas semanales en el primer ciclo básico, y apenas 2 en segundo ciclo. Esto no alcanza a cubrir la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1 hora de ejercicio diaria. Además, la infraestructura publica es deficiente, donde el Catastro infraestructura deportiva pública a nivel nacional 2021 nos muestra que comunas populosas como Maipú, Estación Central e Independencia, en la Región Metropolitana, cuentan solamente con un recinto deportivo. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿cómo podemos promover la actividad física si no hay instancias ni infraestructura que procuren su desarrollo?
Sin embargo, no todo es negativo, pues han habido avances. En el año 2013, se creó el Ministerio del Deporte, y se estableció la Política Nacional de Actividad Física y Deporte 2016-2025, la que garantiza el acceso toda la población a la practica deportiva y actividad física como un derecho, siendo el Estado el responsable de fomentarlo y asegurar su ejercicio. Algunos ejemplos de programas impulsados dentro de esta política son las ciclo-recreovías, las cuales han tenido una amplia aceptación por parte de la población, aunque su implementación en el territorio nacional aún es baja. Otro programa relevante es “Chile se mueve”, que a través de 5 ejes busca aumentar la práctica regular y sistemática de la actividad física: actividad física y deportiva, deporte en pueblos originarios, en personas en situación de discapacidad, en espacios públicos y en población privada de libertad.
Nos encontramos, entonces, en un momento coyuntural que requiere un cambio de paradigma, con un Estado que ponga a la actividad física y la práctica deportiva como claves en la protección de la salud de la población, desarrollando políticas públicas que resguarden su derecho, dispongan de los recursos necesarios para garantizar su práctica, y generen el cambio cultural que nos permita transitar a una sociedad más saludable.
Referencias
- Instituto de Políticas Públicas en Salud (IPSUSS), Universidad San Sebastián. Opinión sobre percepción y uso de la banda horaria “Elige vivir sano”. 2021.
- Ministerio del Deporte, Gobierno de Chile. Encuesta Nacional de Hábitos de Actividad Física y Deporte 2018 en Población de 18 años y Más. 2018.
- M Cáceres Lara y Y Gutiérrez. Asesoría Técnica Parlamentaria, Biblioteca del Congreso Nacional. Catastro infraestructura deportiva pública a nivel nacional 2021. 2021.
- Ministerio del Deporte, Gobierno de Chile. Política Nacional de Actividad Física y Deporte 2016-2025. 2016.
- D Ding et al. The economic burden of physical inactivity: a global analysis of major non-communicable diseases. The Lancet. 2016; 388 (10051) P1311-1324. doi: 10.1016/S0140-6736(16)30383-X.