El próximo 24, 25 y 26 de abril se realizará en Chile la tercera versión del Congreso de la Sociedad Iberoamericana de Microbiota, Probióticos y Prebióticos, SIAMP&P 2025. La presidenta de este congreso es la doctora Sylvia Cruchet, gastroenteróloga, académica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile y presidenta de la nueva Sociedad Chilena de Microbiota, Probióticos y Prebióticos, constituida en octubre de 2024.
En SIAMP&P 2025 se espera la participación de especialistas provenientes de diversas áreas de la medicina, ya que, como señala la doctora Cruchet, “la microbiota es transversal: está presente en todo el organismo, en la piel, los ojos, la vagina, la boca, los pulmones. Si bien la más conocida es la intestinal, la microbiota habita todo el cuerpo y se comporta como un gran órgano, que como médicos debemos conocer y cuidar”.
Una de las funciones fundamentales de la microbiota es el fortalecimiento del sistema inmune. “A medida que el intestino, la piel y los pulmones se colonizan, se activan respuestas inmunológicas que ayudan a los niños a defenderse de infecciones. Se produce IgA secretora, una inmunoglobulina clave para prevenir diarreas y otras agresiones. Además, la microbiota ayuda a absorber vitaminas. Por todo esto, se considera uno de los órganos más importantes del cuerpo, y debemos aprender a conocerlo y protegerlo”, plantea la especialista.
Además, la microbiota juega un rol clave en la forma en que el cuerpo responde al estrés. “En los últimos años se ha demostrado que la microbiota, principalmente la que se aloja en el intestino grueso, cumple funciones esenciales. Estas bacterias están adheridas a la pared intestinal y generan estímulos que liberan compuestos químicos que viajan al cerebro. Eso define si nuestra respuesta ante el estrés es positiva o negativa. Según lo que uno ha vivido, el cuerpo genera un aprendizaje de respuesta, lo que se conoce como el eje cerebro-intestino. Si la microbiota está estable, es posible tener respuestas más favorables”, detalla la doctora Cruchet.
La académica del INTA también se refiere al delicado equilibrio que debe existir entre las bacterias “buenas” y “malas”: “Todas son necesarias, incluso las potencialmente dañinas. El problema ocurre cuando las bacterias benéficas disminuyen, y las otras aprovechan para crecer y generar infecciones”.
Parto vaginal y lactancia: primeros pasos en la formación de la microbiota
Aunque reconoce que las cesáreas y las fórmulas son recursos valiosos cuando se requieren, Cruchet destaca los beneficios del parto vaginal y la lactancia materna.
“Antes se creía que el útero era un ambiente completamente estéril, pero hoy sabemos que hay presencia de algunas bacterias que la madre transmite al hijo. En el parto vaginal, el niño se expone a la microbiota de la madre, y luego a través de la leche materna, se coloniza su intestino y, desde ahí, todo su cuerpo. Si usáramos una lupa gigante, veríamos que estamos cubiertos de bacterias. La leche materna es insuperable. Cuando no se puede amamantar, es importante recurrir a probióticos, incluso a veces junto a la lactancia, para reforzar la inmunidad del niño, por ejemplo, frente a los cólicos”, explica.
Probióticos: ¿cuánto sirven y cómo elegirlos?
Sobre el uso de probióticos, la doctora Cruchet es clara. “Los probióticos son bacterias vivas que, administradas en cantidades adecuadas y en cepas específicas, protegen la salud. Pero no basta con decir ‘tome probióticos’, igual que no se receta un ‘antibiótico cualquiera’. Cada probiótico tiene nombre, apellido y una especie de cédula de identidad”, advierte.
En cuanto a productos de consumo masivo que afirman contener probióticos, dice que “se necesita un certificado que garantice la presencia y cantidad mínima del probiótico al final de la fecha de vencimiento. La mayoría de los productos comerciales no cumplen con esto”. Por eso, recomienda optar por formatos farmacéuticos: “Prefiero los que vienen en gotas, cápsulas o comprimidos. Y al comprarlos, no hay que pedir ‘un probiótico’, sino, por ejemplo, Lactobacillus Reuteri DSM 17938 o Lactobacillus Rhamnosus GG, según lo que indique el médico”.
¿Y los alimentos fermentados, como la kombucha o el llamado “yogur de pajaritos”? “No son probióticos propiamente tal, pero sí ayudan. Acidifican el medio y actúan como prebióticos. Los prebióticos son hidratos de carbono no absorbibles, como frutas y verduras, que debemos consumir entre 4 a 6 porciones diarias para favorecer el crecimiento de bacterias benéficas y mantener una microbiota equilibrada”, aclara.